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Homar_mandinga

EL IMPENITENTE FABRICANTE DE VELAS, ANUNCIADOR DE UTOPÍAS

EL IMPENITENTE FABRICANTE DE VELAS, ANUNCIADOR DE UTOPÍAS  

            Inabarcable en su proyección de redención social, inagotable en su devenir andariego, insoportable a la tradición castradora, interesante al afán civilizatorio y libertario, insobornable frente a la mediocridad de las castas ufanas de privilegios e instituciones antisociales e iconoclasta ante la verdad metafísica que niega el imperio de la razón; Simón Rodríguez, el impenitente de nuestra historia Latinoamérica, intransigente e irreductible en sus convicciones propias, es la influencia más cercana a nuestros pueblos irredentos en su secular anhelo por disfrutar de un orden republicano menos restringido y más abierto a todos. No es menos casual, por tanto, que aún represente la vigencia de un pensamiento por consolidar, el cual le permita a nuestra América transitar un camino propio, con una identidad propia extraída de sus raíces ancestrales, y proyectada al futuro como un crisol de justicia y emancipación en el cual puedan reflejarse todos los pueblos de La Tierra.

             De tal pensamiento, podríamos extraer tres grandes rasgos singulares, alimentados por las vivencias, las observaciones y las preocupaciones que el inefable Simón Rodríguez, trocado en Samuel Robinson, supo darle a lo largo de toda su vida de andariego caballero de la educación republicana: 1) la ruptura creadora del discurso colonial tradicionalmente aceptado en nuestras repúblicas acabadas de nacer; 29 la imposición de la búsqueda de lo original (“O inventamos o erramos”); y 3) la formación político-ideológica del ciudadano republicano. Sobre estas bases fundamentales descansa la prédica robinsoniana de construir la América antes española, sin imitar servilmente a la vieja Europa o a Estados Unidos. En síntesis, toda la obra y el accionar sin pausa de Simón Rodríguez apunta a crear las condiciones necesarias y urgentes para que nuestra América irrumpiera con una conciencia republicana y libre, inédita en sus formas y prácticas, pero no por ello imposible de lograr, de manera que a la par de la independencia política, primero, y la independencia económica, después, se plasmara también una independencia del pensamiento americano, vivo y múltiple, que caracterizara el momento histórico de entonces y de ahora.

            Como lo resalta Juan Calzadilla Arreaza, Simón Rodríguez “considera que el sujeto humano –no sólo sujeto psicológico y jurídico sino sujeto de la acción social en general- se conforma y se constituye política e históricamente”. Sin duda, subversivo, ya que se asienta en la convicción de disponer de herramientas nuevas que modifiquen radicalmente el tipo de conciencia que heredaron los individuos del antiguo régimen de dominación, de forma que el nuevo edificio social tenga como bases firmes los valores inherentes a la libertad y a la democracia, sin que ello signifique inmovilidad alguna sino constante movimiento creativo. Con ello, el irreverente Samuel Robinson buscó romper los paradigmas imperantes, haciendo posible una subjetividad nueva que reemplace por completo la alienación en que se mantienen algunos individuos, sin que puedan explicarse racionalmente las causas y las condiciones que hacen de ellos unos seres humanos dominados, a pesar de la aparente libertad en que viven y mueren.-   

           

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