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FRANCISCO DE MIRANDA, UN QUIJOTE SIN LOCURA

FRANCISCO DE MIRANDA, UN QUIJOTE SIN LOCURA

A Francisco de Miranda se le reconoce  el mérito de haber participado -armas en mano- en las tres grandes convulsiones revolucionarias ocurridas entre finales del siglo XVIII e inicios del XIX, a saber, la independencia de las Trece Colonias inglesas que dieron origen a Estados Unidos, la Revolución Francesa y la gesta independentista de la América del Sur. Sin embargo, esta particularidad heroica no es suficiente para que se conozca en profundidad su pensamiento político y su resolución inquebrantable de luchar por la libertad, impregnados de un espíritu republicano y de una cultura universal sin iguales, lo cual le mereciera el reconocimiento -entre burlón y sincero- de Napoleón Bonaparte al decir de él que era “un Quijote que no está loco”. Semejante desconocimiento apenas se resarce al atribuirle la condición honrosa de Precursor de la Independencia sudamericana y la creación del estandarte tricolor que identifica a Venezuela como nación soberana, cuestión que no contribuye mucho para comprender quien fue Francisco de Miranda, la dimensión de su obra y pensamiento y, en especial, el contexto contradictorio de la época que le tocó en suerte vivir y padecer.           

Su proyecto emancipador, por ejemplo, producto de años de lecturas de filósofos de la Ilustración, de sus observaciones personales, hechas en cada uno de sus viajes (seguido de cerca por la red de espionaje de la corona española, considerándolo un hombre peligroso en extremo para sus intereses de ultramar); además de las contactos directos y epistolares con algunos de los personajes de importancia de entonces, no es conocido en su justa dimensión, a pesar de abarcar la totalidad geográfica del imperio español en suelo americano. En lugar de ello, se ha impuesto el anecdotario de sus múltiples aventuras amorosas y su vinculación (puesta en duda) con la francmasonería, aparte de la designación un tanto afortunada de nuestra América como Colombia, antorcha que recogiera posteriormente Simón Bolívar al plantearse el proyecto de integración de las antiguas colonias españolas. Quizás en todo ello influyera el hecho de haber sido execrado, junto con su familia, de la excluyente sociedad de castas imperante en su Caracas natal y los cuarenta años de ausencia física a que se vio obligado debido, principalmente, a sus convicciones revolucionarias, cuestiones que pesarán mucho a la hora de iniciar el camino de la independencia venezolana y su defensa mediante las armas. En este sentido, Miranda ha sido víctima de cierta incomprensión histórica, cosa  que todavía se mantiene latente. Como lo refiere Carmen Bohórquez Morán, en su obra Francisco de Miranda, Precursor de las Independencias de la América Latina: “El drama de un precursor es el de ser un incomprendido: sus contemporáneos no entienden su mensaje. En cuanto a sus lejanos descendientes, estos terminan por olvidar al hombre cuyas ideas forman ya parte del patrimonio común”. Como Juan, el Bautista, eclipsado por el mensaje y la personalidad de Jesús, el Mesías, Miranda lo será en su momento por Bolívar, resultando que al primero se le cuentan sus fracasos mientras que al segundo sus victorias y, aún, sus sueños, heredados fundamentalmente del Precursor.

            Aún cuando se magnifique su figura como el primer criollo de dimensión histórica mundial, la valoración de su contribución al proceso de constitución de una identidad americana propiamente dicha ha sido soslayada en algunos casos. Siendo un ferviente y activo promotor de la unidad hispanoamericana, inspiró a no pocos prohombres del Continente a dar los pasos decisivos para producir la ruptura con el yugo ibérico. Para él, la emancipación de la América subyugada debía asumirse como una empresa común, sin los fraccionamientos regionalistas originados e impuestos por la administración colonial. Al  plantearse que Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos ayudaran con esta magna tarea lo hace sólo a cambio de algunas ventajas comerciales, pero nunca a cambio de un tutelaje imperial más moderno que el impuesto a la fuerza por los españoles. Por ello se ocupó por años a la elaboración de esbozos constitucionales para la extensa república continental que ya proyectaba, al igual que las estrategias militares que se implementarían en caso de agresión. Puede aseverarse que nadie antes que Miranda reconoció la necesidad de la independencia absoluta de estas tierras, sin localismos y con plena conciencia del motivo que asumió y marcó su existencia. Es el primero cuyo fundamento político está íntimamente relacionado con una identidad integracionista a nivel continental. Su vida y su plan general están inscritos en ello de un modo persistente, lo cual explica su participación en la Francia revolucionaria, antes del golpe de Estado de Napoleón, convencido de que allí hallaría la ayuda requerida, al igual que lo supuso de parte de la Zarina Catalina de Rusia y del Primer Ministro inglés Pitt.

        

            Para este Quijote sin locura, la independencia y la integración americana era una exigencia histórica a la cual debían sumarse entusiastas todos los americanos. Por ello su legado es interesante conocerlo de manera cabal, sobre todo en el presente cuando se asoman en el horizonte de nuestra América algunas realidades indefectiblemente ligados a su obra y esfuerzos libertadores.-  

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