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LA LUCHA DE CLASES, REALIDAD E INFLUENCIA ACTUAL

LA LUCHA DE CLASES, REALIDAD E INFLUENCIA ACTUAL

Las luchas entre opresores y oprimidos o, mejor entendido, entre clases sociales con intereses antagónicos, han marcado -de uno u otro modo- la historia de la humanidad, muchas veces ocultada o tergiversada por quienes aspiran mantener intactas las estructuras de poder, beneficiándose a sí mismos antes que al pueblo que dicen representar. Esto último ha hecho posible que los sectores populares de épocas distintas terminen decepcionándose al observar y sentir cómo sus esperanzas de igualdad, democracia y libertad se convierten en pasto de la demagogia más desvergonzada. Así, generalmente se le atribuye a la clase dominante la responsabilidad directa del orden de desigualdad, corrupción, explotación, represión y miseria que se cuestiona y se busca remplazar por otro totalmente opuesto. En algún caso, se llega a obviar la existencia de una lucha de clases, la cual no sólo tiene lugar en una sociedad bien diferenciada como la regida por el capitalismo, sino que se manifestaría indistintamente a lo interno de cualquier proceso revolucionario al originarse disputas por mayores espacios de participación y de poder, cuestión que -por lo demás- no resulta fácil de conceptualizar, dado el discurso utilizado, el cual tiende a confundir, más que aclarar, a quienes está dirigido, si estos no tienen una formación teórica revolucionaria adecuada.

Con Karl Marx, el concepto de clases sociales se simplifica, estableciéndose su jerarquización respecto al sistema de producción existente: explotadores y explotados, burguesía y proletariado. Sin embargo, este esquema es más profundo y se ha visto afectado por la misma evolución dinámica del sistema capitalista contemporáneo, a tal punto que a tales grupos se agregan otros, como la burguesía financiera, la pequeña burguesía, la clase media, la burocracia y el lumpen proletariado; clasificación que aun podría soportar nuevas añadiduras o agrupamientos sociales. Según Marx, “los propietarios de simple fuerza de trabajo, los propietarios de capital y los propietarios de tierras, cuyas respectivas fuentes de ingresos son el salario, la ganancia y la renta del suelo, es decir, los obreros asalariados, los capitalistas y los terratenientes, forman las tres grandes clases de la sociedad moderna basada en el régimen capitalista de producción”. Tal categorización se ha modificado enormemente, no por la “ignorancia” del teórico socialista ni por lo desfasado de sus análisis, como algunos quieren hacernos creer, sino por la diversificación y expansión experimentada por las fuerzas productivas desde hace un siglo. Esto, a pesar que el autor de El Capital admitiera ya en su época, refiriéndose a la sociedad inglesa, que “existen fases intermedias y de transición que oscurecen en todas partes las líneas divisorias”, reconociendo de este modo la complejidad de la estructura de las clases sociales.

En el contexto histórico actual, sobre todo, en nuestra América, la lucha de clases exige una comprensión dialéctica de su realidad, en momentos en los cuales se cuestionan simultáneamente los órdenes económico y político tradicionales. Algo que ya no es exclusividad de este continente, sino que se ha extendido a Europa y Estados Unidos, ampliando el escenario de lucha anticapitalista a escala mundial. Lo mismo se aplica en relación a la conciencia de clase, con mayor énfasis entre quienes padecen la explotación y la exclusión del capitalismo: los trabajadores asalariados (englobando entre éstos a la clase media o profesionales, puesto que -por mucho que quieran diferenciarse del resto- son igualmente explotados por el capital). Finalmente, no es admisible el limitarse a una simple estratificación de carácter sociológico de la sociedad, como tampoco desconocer las contradicciones que puedan descubrirse en una misma clase social. De esta forma podrían establecerse nuevos parámetros definitorios de la lucha de clases en la realidad actual y en la influencia que la misma tendría en los diversos cambios que caracterizarían, a su vez, la revolución socialista por construir para bien de la humanidad entera.-

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