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LA NECESIDAD HISTÓRICA DEL 4F

LA NECESIDAD HISTÓRICA DEL 4F
A pesar de la aparente estabilidad que arropaba al régimen representativo en Venezuela, en medio de dictaduras patrocinadas por el Departamento de Estado, el Pentágono y la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, ¿quién imaginaría que en 1992, un 4 de febrero, un grupo de batallones comandados por una elite de brillantes oficiales de las Fuerzas Armadas Nacionales se desplazarían desde sus sedes hacia diversos sitios de Venezuela y estremecerían la conciencia de todos los sectores sociales, reprimidos, fatalizados y, hasta, adormecidos por la corrupción administrativa de los estamentos gobernantes desde 1958? Alguna gente preocupada por la grave descomposición moral, social, política y económica del país había advertido previamente tal eventualidad, tratando de influir en el ánimo de la clase gobernante para que se pusieran en ejecución los correctivos pertinentes, evitándose así una situación mayor a la ocurrida el 27 y el 28 de febrero de 1989 cuando los sectores populares enfrentaron en la calle la aplicación a rajatabla de las medidas económicas neoliberales que le impusiera el Fondo Monetario Internacional (FMI) al entonces presidente Carlos Andrés Pérez para capear la crisis económica nacional, acrecentando aún más la deuda externa, a pesar de los ingresos generados por la venta de petróleo. Tal descomposición generalizada también se manifestó en los cuarteles. Muchos oficiales con méritos profesionales vieron truncadas sus carreras militares al favorecerse a otros con vinculaciones con los partidos políticos gobernantes, Ad y Copei, incluso sabiéndose de su incapacidad y de su falta de integridad y de formación castrense para dirigir las Fuerzas Armadas; teniendo muchos que solicitar su pase a retiro ante la imposibilidad de ascender sin someterse a lo que consideraban una humillación ante congresistas indudablemente corruptos. Además de ello, estaba el factor social, ya que la mayoría de los oficiales y suboficiales, a diferencia de otros países, provenían de estratos medios y bajos de la sociedad venezolana, lo cual influyó en la decisión tomada, inspirados en las ideas y ejemplos del Libertador Simón Bolívar, el Maestro Simón Rodríguez y el General del Pueblo Soberano Ezequiel Zamora. Esto último fue compartido por los combatientes del Partido de la Revolución Venezolana y las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (PRV-FALN), entre otros, que forjaron la guerra de guerrillas contra el bipartidismo adeco-copeyano desde los años sesenta hasta los años ochenta del siglo pasado, redefiniendo ideológicamente la lucha revolucionaria que debía emprenderse en Venezuela.

La fragua de la insurgencia del 4F no obedecía, por tanto, a una simple ambición de poder, tan típica del generalato de las fuerzas armadas de nuestra América, azuzados, entrenados y legitimados por el gobierno estadounidense. Esto cambió totalmente el panorama nacional al comprenderse los verdaderos objetivos que inspiraron a los integrantes del Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200), comandados por los Tenientes Coroneles Hugo Chávez Frías, Francisco Arias Cárdenas, Yoel Acosta Chirinos y Jesús Urdaneta Hernández, además de oficiales medios y suboficiales, en conexión con algunos grupos políticos de izquierda.  Ello fue programándose desde hacía una década. Sin embargo, ya habían experiencias previas de captación de militares activos por parte del Partido Comunista de Venezuela (PCV), el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y, finalmente, el PRV-FALN con el deliberado propósito de producir una insurrección cívico-militar-religiosa que permitiera causar cambios sustantivos en la nación venezolana bajo la perspectiva del nuevo socialismo revolucionario, enriquecido con el ideario de Bolívar, Rodríguez y Zamora, además de otros teóricos y combatientes revolucionarios de nuestra América y el mundo.

       Kléber Ramírez Rojas, ex combatiente del PRV-FALN ligado en un principio al MBR-200 durante la clandestinidad, autor del libro Venezuela, la Cuarta República (o la total transformación del Estado) en 1991, que sirvió de guía de formación y discusión a los militares rebeldes, y redactor de algunos decretos que se pondrían en vigencia con el nuevo gobierno revolucionario, explica en su obra Historia documental del 4 de Febrero, que “el 4F no coronó el propósito inmediato de la toma del poder, pero puso al descubierto el mar de fondo de las contradicciones con que se dirige a la nación venezolana y fue una sacudida política de tal magnitud que revitalizó la potencialidad de este pueblo imaginativo y peleador. Desde este punto de vista, ese acontecimiento fue una necesidad histórica. El 4F dotó a la nación de un objeto estratégico en lo político: la nueva democracia, y anuló la validez de los viejos planteamientos de todos los partidos existentes”. En tal sentido, los hechos posteriores han justificado plenamente esta primera insurrección cívico-militar (luego acontecería la del 27 de noviembre). Justificación que se expresa a través de los diferentes logros populares que han modificado la realidad social, política, cultural y económica de Venezuela bajo el liderazgo del ahora Presidente Hugo Chávez, pero que todavía requieren de mayores niveles de participación, de organización y de toma de conciencia revolucionaria, de modo que se alcance definitivamente la emancipación integral del pueblo venezolano.-    

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