EL PODER POPULAR, LA UNIDAD REVOLUCIONARIA Y LA INSURGENCIA NECESARIA
La revolución bolivariana requiere con sentido de urgencia de una diversidad integrada que contribuya a definir y a poner en el centro del combate diario la propuesta del poder popular, tanto en el plano teórico como en el práctico, de manera que se construya junto con el pueblo las condiciones que harán posible el socialismo. Sin esa visión compartida y esa voluntad política sincera de los revolucionarios resultará muy difícil allanar los caminos de la unidad revolucionaria (una unidad que trascienda lo meramente electoral, por supuesto), permitiéndose que praxis y teoría se confronten y sirvan para ir consolidando de modo irreversible y profundo las diferentes conquistas populares.
Es así que la idea de conformar amplios frente de lucha revolucionaria se convierte en la orden del día para todos aquellos grupos, sectores, movimientos y/o partidos políticos identificados con la revolución popular, la liberación nacional y el socialismo, los cuales están llamados a coordinar y a articular esfuerzos en función del poder popular, abandonando de paso ese accionar electoralista y sectario que tan bien caracteriza a los partidos políticos tradicionales, contribuyendo de esta forma a superar las diferencias que los separan. Este es un planteamiento a ser tomado en cuenta también por quienes ejercen cargos de elección popular, puesto que toda su gestión gubernamental debe orientarse a producir el cambio estructural y, por ende, a establecer instituciones públicas realmente participativas, populares y socialistas, con lo cual comenzarían a eliminarse las obsoletas estructuras burocrático-representativas que han subyugado a nuestros pueblos. Esto, no obstante, exige confiar absolutamente en la madurez política y en la capacidad creadora del pueblo para asumir de forma protagónica los cambios que propicien en lo político, lo cultural, lo económico y lo social, sin descuidar ningún aspecto de la vida diaria (incluso, la estructura, la doctrina y la misión de las Fuerzas Armadas Nacionales, entendidas como parte fundamental del Estado burgués). Para alcanzar dicho estadio, es necesario comprender que no puede -ni debe- darse una coexistencia medianamente prolongada con los paradigmas del viejo régimen burgués, aún aquellos percibidos como inevitables o normales, ya que resultaría algo paradójico y conspiraría abiertamente contra nuestro deseo de levantar en su lugar otros, adecuados a esa nueva civilización, emancipada y emancipatoria, alejada en todo al sistema de dominación y de explotación del capitalismo.
Es un enorme reto, sin duda, pero es ineludible y, por supuesto, harto necesario. La correlación de fuerzas en el transcurso de la lucha librada contra los sectores conservadores dominadores aún no se ha decidido entera y definitivamente favorable a los sectores populares y, menos, ha facilitado la creación y funcionamiento a plenitud de órganos de poder popular que reviertan la situación actual, pasando a una fase de ofensiva popular con una alta incidencia en las decisiones de gobierno, cualquiera sea su instancia. Con ello se avanzaría más firmemente hacia la consolidación de ese poder popular surgido desde abajo, con características propias, inéditas, autónomas y diversificadas, evitando que haya alguna desviación del proceso revolucionario de parte de elementos de derecha, o reformistas, instalados en las butacas del poder, sin la suficiente convicción, el sentimiento y la conducta derivadas de un conocimiento profundo de lo que significa el socialismo y el momento histórico que vivimos. Hacia esto es que deben enfocar su mirada y sus luchas los revolucionarios de izquierda y no esperar a que el socialismo caiga del cielo, prefabricado, o suponer que, sin un cargo de gobierno en mano, es inútil adentrarse en esta magnífica aventura. El dilema siempre lo constituirá si todo lo que se realice servirá de algo en la construcción segura del socialismo y habría que responderse afirmativamente, en el caso de hacerlo sin ningún tipo de intereses subalternos y quebrantando los patrones de conducta habitualmente aceptados por todos, como una manera de insurgir permanentemente contra el injusto modelo de sociedad imperante. Ella sería una insurgencia necesaria para que el poder popular sea sustento real y auténtico del socialismo y de la revolución que se anhela.-
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