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Homar_mandinga

DEMOCRACIA PARTICIPATIVA, PODER POPULAR Y EMANCIPACIÓN INTEGRAL

DEMOCRACIA PARTICIPATIVA, PODER POPULAR Y EMANCIPACIÓN INTEGRAL

El verticalismo burocrático y la exhortación de una disciplina que no deja espacio alguno a la disidencia -así esté ella justificada por razones inapelables- deben verse y combatirse como elementos altamente nocivos para la construcción colectiva del ideario socialista, al ser ambos totalmente contrarios al espíritu y a la práctica revolucionaria de la democracia participativa y protagónica, la cual -a la larga- debiera configurar la activación de un poder popular, revolucionario en toda su potencialidad, creador y re-creador de una sociedad de nuevo tipo. Tales formas tradicionales de entender y de hacer política no se compaginan con la participación pluralista de los sectores populares en el debate, la concepción y la puesta en marcha de aquellas propuestas teóricas y organizativas que tengan por finalidad fundamental la generación de un cambio estructural definitivo que haga de la alternativa revolucionaria del socialismo una realidad tangible frente al capitalismo; máxime cuando éste padece una crisis prolongada, agónica, sin mayores perspectivas de recuperación a corto plazo.     

Se hace preciso, por tanto, que los participantes sociales y políticos en este proceso de cambios revolucionarios estén de acuerdo, primero, en cuestionar radicalmente las estructuras diversas que sostienen el orden imperante, desentrañando sus características, lógica y esencia, para luego abordar conscientemente su desarme, de manera que surjan y se impongan nuevas formas organizacionales y nuevas relaciones de poder, centradas ellas en el ejercicio pleno de la democracia participativa; impidiendo así la reproducción de dicho orden, producto de la plusvalía ideológica de la cual somos piezas inconscientes y que, a su vez, nos hace reproducir modos de vida alienantes. El poder popular tendría entonces ámbitos de actuación e influencia mayores de aquellos que son concebibles o permitidos bajo un régimen representativo. Su desarrollo implicaría la posibilidad nada imposible de una emancipación integral de los seres humanos que abarque, incluso, lo espiritual, al no estar estos forzados a existir bajo condiciones que degradan su dignidad y sus aspiraciones individuales y colectivas de un mejor nivel de vida. En este caso, la orientación del poder popular tendría que englobar algo más que la satisfacción de las necesidades materiales de una comunidad determinada, puesto que esto lo limitaría grandemente, cumpliendo sólo una función gestora de reivindicaciones ante las instituciones del Estado que poco contribuirá a darle ese perfil revolucionario que se requiere del mismo.

En resumen, la práctica revolucionaria de la democracia participativa y protagónica no debe sujetarse a lo estrictamente político. Su consecuencia inmediata debiera ser la organización de un poder popular, armado de un arsenal teórico que lo haga capaz de trascender los marcos de referencia de la sociedad actual, de manera que se concrete la emancipación integral de las personas bajo el socialismo revolucionario. De esta forma, el socialismo revolucionario dejaría de ser una utopía, convirtiéndose en la herramienta más adecuada para reducir y eliminar definitivamente los indicadores de desempleo, pobreza, desigualdad y exclusión social que caracterizan al mundo capitalista.-     

 

 

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