¡HASTA SIEMPRE, COMANDANTE!
Es difícil resignarse ante la muerte de un líder que despertó pasiones, emociones y conciencias entre millones de personas como nunca había ocurrido antes, tanto en Venezuela y en nuestra América como en el resto del mundo. Un líder que supo interpretar las necesidades, el sentimiento y las esperanzas de un pueblo que fuera engañado, humillado, marginado y masacrado a lo largo de cuarenta años por las elites gobernantes. Un líder que reavivó la confianza en el socialismo como alternativa revolucionaria frente a la depredación, el intervencionismo militar, las injusticias y las desigualdades generadas por el capitalismo cuando muchos aceptaron sin chistar el veredicto de sus apologistas al desmoronarse la Unión Soviética. Un líder, en fin, que supo comprender la trascendencia de su papel histórico y lo asumió a plenitud -sin mezquindad y a tiempo completo- en beneficio de aquellos que jamás perdieron la fe respecto a que él sabría y haría mucho por dignificar sus condiciones de vida. Por eso, decir que Hugo Chávez Frías ha muerto es una mala jugada de quienes, de una u otra forma, le acompañamos en este arduo camino de construir la patria nueva y la revolución bolivariana socialista. Sería concederles la razón a aquellos que, enceguecidos por sus apetencias personales de poder, mantuvieron posiciones de evidente lacayismo, subordinados siempre a los intereses del imperialismo gringo, con la vana ilusión de parecerse a sus amos capitalistas.
En retribución a esa dedicación de Chávez en hacer realidad los anhelos republicanos, independentistas, igualitarios, integracionistas, ciudadanos y democráticos de Francisco de Miranda, Simón Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora, además de otros próceres de la amplia geografía latinoamericana y caribeña, a los cuales se sumaran (sin contradicción) los contenidos en el socialismo revolucionario; los chavistas tienen ante sí el reto de mantener, profundizar y consolidar los cambios necesarios para que la revolución bolivariana socialista no naufrague y no se pierda ese gran esfuerzo hecho por el Presidente. Para ello es fundamental que se alcance la unidad orgánica de los revolucionarios sobre un programa común, sin los sectarismos partidistas que desde siempre han obstaculizado este propósito que -ahora más que nunca- es harto necesario para la continuidad del proceso revolucionario bolivariano. Dicho propósito, sin embargo, no podrá cumplirse sin que exista sinceridad de parte de todas las organizaciones sociales y políticas que respaldaron a Chávez en cuanto a la promoción, activación, formación teórica y organización autónoma del poder popular, con énfasis especial respecto al pleno ejercicio de la democracia participativa y protagónica, en una primera fase, para luego convertirse, en una fase posterior, en democracia directa, transformando radicalmente todas las estructuras de la sociedad existente.
Ahora sólo nos resta exclamar ¡Hasta siempre, Comandante!, reafirmando con ello el compromiso revolucionario que debe caracterizarnos a quienes hemos luchado por forjar una sociedad de nuevo tipo bajo los ideales del socialismo revolucionario, poniendo todo nuestro empeño en que dicha sociedad (incluyente, de unidad en la diversidad e internacionalista) sea algo posible y no simple discurso de demagogos y oportunistas.-
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