GOLPE POR GOTEO
La situación de violencia creada por el candidato presidencial de la oposición Henrique Capriles Radonski al desconocer la legitimidad de los resultados electorales que dieron como ganador a Nicolás Maduro el 14 de abril de 2013 configura a todas luces la implementación de un plan deliberadamente desestabilizador que busca crear las condiciones para un golpe de Estado en Venezuela. Algo que ya se presagiaba durante la campaña electoral cuando los voceros antichavistas generaban dudas entre sus seguidores respecto a la transparencia del ente rector, el Consejo Nacional Electoral. Para ello, la mayoría de los medios de información se han hecho eco de las posiciones asumidas por los grupos opositores, repitiendo el mismo esquema desarrollado en 2002 que desembocó en el derrocamiento y el secuestro del Presidente Hugo Chávez Frías. Al mismo tiempo, desde hace algunos meses atrás los grupos empresariales han estado provocado un desabastecimiento de diversos productos, sobre todo alimenticios, de modo que la población lo atribuya a la ineficacia del gobierno nacional y se susciten protestas en las calles. A esto último ha contribuido la misma población venezolana al adquirir los mismos en grandes cantidades, convirtiéndose -hasta cierto punto- en acaparadores, ayudando inconscientemente a quienes están obteniendo beneficios, tanto de tipo económico como de tipo político, puesto que gran parte de la producción nacional se halla en manos del sector privado de la economía, el mismo que ha adversado al proceso revolucionario bolivariano y promovió -entre 2002 y 2003- el sabotaje de la industria petrolera y el paro empresarial, causando grandes pérdidas económicas al país y sometiendo al pueblo venezolano a una escasez extrema.
A grandes rasgos, este panorama encaja sin dificultad en lo que podríamos llamar un golpe de Estado por goteo. Esta ofensiva golpista está llevándose a cabo en la confianza que, sin Chávez, el pueblo sería fácilmente atraído por la oferta demagógica de la oposición. Sin embargo, no contó nunca con la reacción popular en contrario, la cual -pese a las muertes y a los hechos vandálicos causados en varias ciudades del país- ha acatado el llamado del Presidente Nicolás Maduro a no caer en provocaciones y a estar alerta ante la eventualidad de un golpe de Estado. Esta respuesta ha dejado en evidencia a la oposición (azuzada por Washington y sectores fascistas internacionales) respecto a cuáles son sus verdaderos propósitos, desenmascarando su discurso “democrático”, “pluralista”, “cristiano” y “popular”.
Aun así, el reto por asumir de Nicolás Maduro no resulta fácil, pero tampoco imposible de alcanzar, en relación a la radicalización de los cambios sociales, económicos, políticos y culturales promovidos por el Presidente Chávez, tal como lo demandan los sectores populares. Más todavía en vista de la situación implantada por los grupos antidemocráticos de desconocimiento del orden constitucional, no sería posible creer que estos lleguen a respetar la soberanía popular y acepten que son minoría en Venezuela. El hecho mismo que se haya incrementado el porcentaje de votos a favor del candidato de la extrema derecha conlleva a pensar que esta radicalización tendría que iniciarse en un corto plazo, con la participación activa del poder popular y con cambios estructurales puntuales de las instituciones públicas y del sistema económico, como pasos ineludibles para lograr la continuidad, la consolidación y la profundización del proceso revolucionario bolivariano.-
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