SÍ, HACE FALTA UN VERDADERO GOLPE DE TIMÓN EN VENEZUELA
Desaparecido físicamente Hugo Chávez, no ha existido -a pesar del esfuerzo de Nicolás Maduro- un liderazgo capaz de evitar y disminuir las contradicciones, fracturas y controversias que se suscitan en el chavismo, lo que ha sido un caldo de cultivo bien aprovechado por quienes han sido sus enemigos políticos e ideológicos, obteniendo algunos espacios de aceptación que presagian una eventual correlación de fuerzas a su favor si no se profundizan los cambios revolucionarios hasta ahora alcanzados. Pareciera que la dirigencia chavista no atinara a vislumbrar alguna estrategia efectiva que contenga tal eventualidad, limitándose tan sólo a continuar administrando lo adelantado por Chávez, pero sin el mismo ímpetu ni la audacia de éste. Quizás no quieran darse cuenta que la única fórmula a la mano para trascender lo hecho en catorce años de gobierno de Chávez es la restitución efectiva y sin condicionamientos del poder al pueblo, lo cual -de momento- podría ser posible por medio de las comunas, los consejos comunales, los consejos de trabajadores y otras expresiones organizativas populares.
Haría falta un golpe de timón, tal como lo planteara el Presidente Chávez el 20 de octubre de 2012, el cual tiene que abarcar aspectos y procedimientos relativos a lo político, lo económico, lo social, lo ético y lo moral. Esto haría mermar la confianza recuperada por los grupos de la oposición que actualmente enfilan todas sus baterías en conseguir que estalle en el país una crisis generalizada que obligue a claudicar al gobierno de Nicolás Maduro al no mantenerse la hegemonía popular que se impusiera bajo el liderazgo de Chávez desde 1998.
A ello ha contribuido, sin duda, el hecho de sólo instruir y comprometer a las bases del chavismo para su participación exitosa en cada contienda electoral celebrada, pero sin ahondar mucho en su formación teórica, de modo que haya un proceso de desalienación de las mismas que les permita plantearse, en consecuencia, la deslegitimación continua del capitalismo y de los esquemas representativos de la democracia burgués-liberal que, en una fase posterior, dé paso, por consiguiente, a la construcción colectiva del socialismo revolucionario.
Es preciso entonces que el Presidente Maduro y todos los que le acompañan en los diferentes niveles de gobierno y de dirección política acepten y se convenzan que sin la participación real del pueblo, tanto en la toma de decisiones como en la creación socialista de una nueva institucionalidad, el proceso revolucionario bolivariano socialista podría naufragar con más penas que glorias. Sin este elemento primordial, se tendería a precipitar en el vacío todo el esfuerzo y el sacrificio del pueblo venezolano en estas dos últimas décadas de su historia de luchas, y -junto con ello- de las esperanzas de una humanidad subyugada por los intereses hegemónicos de un imperio gringo que ha hecho del mundo entero su coto de caza exclusivo, en complicidad con los grupos antinacionales que le siguen, en una clara demostración de su subordinación colonial.-
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