LA INSURRECCIÓN CÍVICO-MILITAR DEL 27 DE NOVIEMBRE DE 1992
La insurrección cívico-militar del 27 de noviembre de 1992 en contra del régimen puntofijista representó la evidencia más palpable del grado de deterioro moral y de falta de legitimidad popular que éste ya venía sufriendo desde hace algunas décadas atrás, cuyos rasgos más resaltantes eran el parasitismo empresarial, la impunidad y la corrupción política generalizada. Para entonces, las luchas populares fueron moldeando e incrementando un estado tal de resistencia, incluyendo la resistencia pasiva expresada en la abstención electoral que se mantenía en persistente ascenso, sin que las elites dominantes llegaran a imaginar y a comprender cabalmente la magnitud del deterioro continuo de la hegemonía largamente ejercida sobre los sectores populares; una cuestión que debió ponerlas en alerta inmediata luego de producirse la rebelión popular del 27 de febrero de 1989 cuando el gobierno de Carlos Andrés Pérez quiso implementar obedientemente el recetario neoliberal recomendado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) para remediar el serio declive sufrido por la economía rentista venezolana.
Sin embargo, citando a uno de sus líderes militares principales, el General Francisco Visconti, de la Fuerza Aérea, “siendo la insurgencia cívico-militar del 27 de noviembre de 1992 un acontecimiento de extraordinaria trascendencia en la historia contemporánea de nuestra Patria, este capítulo no ha sido analizado, estudiado ni registrado con suficiente interés, atención y profundidad: sin el 27-N no hubiese sido sometido a juicio y finalmente removido de la presidencia de la República el ciudadano Carlos Andrés Pérez; sin el 27-N no se hubiese consolidado la opinión y la voluntad nacional por el cambio y la transformación político-social de nuestro país. Tampoco habríamos logrado, sin el 27-N, una matriz de opinión favorable al proceso de cambio venezolano a nivel internacional y obtenido los sobreseimientos de las causas de los compatriotas combatientes del 4-F que se encontraban presos y, en general, no habríamos fortalecido férreamente el gran sentimiento nacional por el proceso revolucionario bolivariano que los venezolanos estamos construyendo hoy día”.
Teniendo en cuenta este breve análisis del General Visconti, habría que reivindicar esta importante insurrección cívico-militar, puesto que sin ella quizás la historia fuera otra. Aquella unidad de patriotas civiles y militares tenía como orientación principal el rescate de la dignidad y de la soberanía nacional frente a un sistema de exclusión social, cuyos planes contemplaban la privatización de todas las empresas públicas y de los servicios básicos de la población, la apertura del mercado nacional al capital transnacional estadounidense sin protección legal para los trabajadores venezolanos y la posible negociación de los recursos existentes en el Golfo de Venezuela, sin que en nada de ello se tuviera en cuenta la opinión del pueblo.
Según lo señalara el Comandante y Presidente Hugo Chávez, quienes protagonizaron esta acción subversiva “tuvieron el valor y la dignidad de no ser cómplices de aquella dictadura con careta democrática”. Gracias a su rebeldía, el pueblo venezolano pudo confiar más plenamente en su capacidad de lucha, animándolo a emprender un camino distinto al que se le hiciera transitar durante cuarenta años consecutivos sólo para beneficiar a una minoría parasitaria y pro-imperialista que no tuvo empacho alguno en ordenar el asesinato sistemático de todos aquellos que pudieran cuestionar su corrupción y hegemonía (incluyendo a los miles de venezolanos que fueran masacrados durante la lucha armada de las décadas de los 60 y 70).
Tal confianza se ha manifestado grandemente, en un primer momento, en el apoyo masivo a los insurgentes del 4 de febrero y del 27 de noviembre de 1992; luego en la elección de Hugo Chávez como presidente constitucional de Venezuela, lo que se ha mantenido casi de forma inalterable hasta el momento, a pesar de algunos desaciertos e inconsistencias ideológicas, lo cual ha perfilado que este país sea hoy por hoy una referencia mundial en cuanto a la experiencia revolucionaria socialista que acá tiene lugar de manera inédita.-
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