LA DEMOCRACIA CONSEJISTA Y EL PORVENIR DE LA REVOLUCIÓN VENEZOLANA
Un amplio conjunto de circunstancias históricas, económicas, políticas, sociales y culturales han permitido que en Venezuela -en uno u otro aspecto- se esté definiendo y construyendo lo que podría llamarse una democracia consejista, producto ella de ese ejercicio pleno de la soberanía popular que se desprende de lo establecido en la Constitución Bolivariana y que se traduciría en acciones puntuales de transformación estructural del viejo Estado burgués-liberal que aún persiste, a pesar del andamiaje legal que le da protagonismo y participación a las diferentes organizaciones del poder popular. Debido a ello (más la infeliz situación creada por algunos jerarcas políticos y gobernantes en cuanto a los viejos vicios de la política tradicional que los convierte en arribistas de nuevo cuño, obsesionados por un enriquecimiento súbito, amparado en la legalidad), se impone la necesidad insoslayable de profundizar en el avance y en la organización revolucionarios de los sectores populares, de modo que exista la posibilidad inmutable de hacer irreversible el proceso revolucionario bolivariano socialista, no obstante las evidentes contradicciones e inconsistencias ideológicas que acusa en su interior.
Bajo tal perspectiva, la democracia consejista representaría ese salto cualitativo que requiere con sentido de urgencia el proceso revolucionario bolivariano socialista, convirtiéndose sin demagogia alguna en una democracia directa que haga realidad la emancipación integral del pueblo venezolano y asiente, de una vez por todas, las bases de un nuevo modelo civilizatorio totalmente opuesto al impuesto por el sistema capitalista. De ahí que, junto con la transformación estructural del Estado vigente y el surgimiento de un nuevo modelo económico que rompa con los paradigmas capitalistas, la participación protagónica del pueblo organizado es elemento fundamental para asegurar entonces el porvenir de la revolución venezolana, venciendo todas las resistencias y todas las contradicciones que han impedido -por ahora- su definitiva realización.
Esta democracia consejista, por supuesto, exige de los sectores revolucionarios populares que asuman con conciencia socialista la comprensión objetiva del importante momento histórico que les corresponde vivir, dotados ellos de una formación teórica revolucionaria sostenida, de manera que contribuyan a la transición al socialismo bolivariano, más allá de los discursos oficiales o de moda, permitiéndose a sí mismos el control definitivo del poder, ejerciendo el autogobierno, en vez de ser actores pasivos y dependientes de aquellos que ocupan cargos de gobierno y de dirección político-partidista. Ello haría posible, además, una efectividad real en la solución de los problemas coyunturales y estructurales que presenta la sociedad venezolana desde antes que Hugo Chávez irrumpiera en la escena política del país en 1992, los cuales resultarán difíciles de reducir y/o eliminar sin esa participación cierta de dichos sectores.
Al respecto, hay que admitir que el control total del poder constituido no es una condición sine qua non para que se lleve a cabo la revolución socialista, aunque la facilite en muchos casos, si dicho control se basa en una simple reproducción y acentuación de las relaciones y de las estructuras de poder que usurparan por tanto tiempo las minorías dominantes ahora desplazadas. El hecho mismo que personas sin la debida capacidad, integridad y formación revolucionaria hayan copado este poder constituido, hace más urgente este cometido de vital importancia para la evolución y porvenir del proceso revolucionario bolivariano socialista en Venezuela.-
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