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LA REVOLUCIÓN, EL PODER POPULAR Y EL DEBATE NECESARIO

LA REVOLUCIÓN, EL PODER POPULAR Y EL DEBATE NECESARIO

La posibilidad infinita que el poder popular se reproduzca, se amplíe, se reformule y se transforme a sí mismo en la misma proporción que confronte las nuevas realidades que vayan surgiendo gracias a su práctica revolucionaria diaria, le otorgará a éste la suficiente capacidad para asumir el reto de la transformación estructural de la sociedad. Se requiere, por ende, potenciar todas las experiencias adquiridas por las diferentes instancias del poder popular a través de formas de articulación, de cooperación y de coordinación, aun entre aquellas en que pareciera no existir puntos de coincidencia. De este modo, existirán mejores posibilidades de construir una nueva hegemonía, esta vez de estirpe popular, que sustituya de raíz la prevaleciente hasta ahora, tomando en cuenta la heterogeneidad de los grupos sociales y de los movimientos políticos que le hacen frente, desde sus trincheras particulares, al capitalismo en su fase globalizada actual.

Asimismo, afianzado este paso esencial, podría definirse con una mayor precisión y optimismo el proyecto o programa revolucionario que convocaría a todas organizaciones, definiendo (según su perspectiva propia) todas las contradicciones que pudieran separarlas. Para ello es básico evitar que éstas últimas se impongan por encima de los objetivos en común, sin que signifique eludirlas o postergarlas. De allí que resulte igualmente importante la combinación de formas de lucha por parte de estas mismas organizaciones, orientada cada una de ellas al correspondiente establecimiento de ese nuevo Estado consejista, de esa nueva sociedad y, por supuesto, de esa nueva economía que surgirían del socialismo revolucionario. Esto, precipitando las conclusiones al respecto, impone la necesidad de nuevas formas de organización y de criterios que respondan y se ajusten a las coyunturas históricas que se presenten o se vayan presentando en determinando momento.

No obstante, hay que aclarar que nada de lo anterior podrá lograrse sin que exista un debate (político, teórico y práctico) que contribuya a reorientar (si fuera preciso) el proceso de revolución en curso, de manera que se evite su unidireccionalidad y dogmatismo, lo mismo que su secuestro por una vanguardia “esclarecida” o “predestinada”, que produzca, en consecuencia, el surgimiento de resistencias innecesarias que, a la final, terminen por causar el derrumbe definitivo de dicho proceso ante la indiferencia de sus supuestos beneficiarios, los sectores populares.-

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