¿QUÉ CAMBIARÍAMOS EN VENEZUELA: AL GOBIERNO O AL SISTEMA?
Con los acontecimientos en pleno desarrollo, como diría el periodista y analista Walter Martínez cada noche en su programa televisivo Dossier, plantear una solución viable e inmediata ante el actual escenario económico venezolano es algo que se antoja difícil de hacer. Muchos economistas y analistas coinciden en la necesidad de aplicar medidas contundentes que frenen la ola especulativa, el contrabando de extracción y el acaparamiento de diversidad de productos de consumo masivo, pero éstas se estrellan ante la aparente imposibilidad de aplicarlas con los resultados esperados, dada la maraña de corrupción existente en diferentes niveles, incluyendo empresarios, autoridades civiles y militares, sin dejar a un lado lo propio de los sectores populares que se han sumado a la misma como manera fácil e inmediata de obtener ganancias y/o de mercancías necesarias para sus hogares. La situación, sin embargo, revela algunas incongruencias en la construcción de un modelo económico alternativo al capitalismo, incongruencias que surgen en vista que -básicamente- toda la estructura económica del país tiene su soporte principal en la renta petrolera, lo cual ha permitido que exista una "burguesía" parasitaria o bodeguera que naciera a la sombra del Estado.
Como lo resume el economista argentino Claudio Katz en su artículo Las batallas de Venezuela, "el proyecto socialista implica saltar el escalón inicial de reformas que introdujo el chavismo, para diversificar la economía, modificar la gestión del Estado y reducir la atadura a la factura petrolera. El logro de esas metas exige erradicar los privilegios de la burguesía". Esta sencilla reflexión recuerda lo afirmado en su momento por el Presidente Hugo Chávez en el Plan de la Patria: "No nos llamemos a engaño: la formación socio-económica que todavía prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista. Ciertamente, el socialismo apenas ha comenzado a implantar su propio dinamismo interno entre nosotros. Éste es un programa precisamente para afianzarlo y profundizarlo; direccionado hacia una radical supresión de la lógica del capital que debe irse cumpliendo paso a paso, pero sin aminorar el ritmo de avance hacia el socialismo".
Con esto presente, quienes le han relevado en la conducción del proceso revolucionario y del Estado debieran entender que no bastan las fórmulas populistas para acabar y reemplazar el sistema capitalista en Venezuela. Hace falta, como lo expuso Chávez en la introducción de dicho Plan, "un poder popular capaz de desarticular las tramas de opresión, explotación y dominación que subsisten en la sociedad venezolana, capaz de configurar una nueva socialidad desde la vida cotidiana donde la fraternidad y la solidaridad corran parejas con la emergencia permanente de nuevos modos de planificar y producir la vida material de nuestro pueblo. Esto pasa por pulverizar completamente la forma Estado burguesa que heredamos, la que aún se reproduce a través de sus viejas y nefastas prácticas, y darle continuidad a la invención de nuevas formas de gestión política".
Por eso la pregunta a responder sería más bien, ¿qué cambiaríamos en Venezuela: al gobierno o al sistema? A la oposición le resulta más cómodo hablar de cambio de gobierno y de fracaso del modelo económico, a sabiendas que el mismo es, fundamentalmente, capitalista. Para el gobierno, la tarea tendría que ser la de impulsar una verdadera transformación estructural en el campo político y económico, de modo que existan esas nuevas formas de gestión pública de las cuales habló Chávez y sean modificadas las relaciones sociales de producción. Para los sectores populares -comprometidos con la subversión del orden existente- es la oportunidad de cuestionar y transformar radicalmente todas las estructuras que distinguen al modelo societario o de civilización imperante en Venezuela, desnudando sus verdaderos intereses e ideología, es decir, los mismos intereses e ideología que legitiman a la clase y los grupos dominantes.-
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