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LA REVOLUCIÓN Y LA DESCOLONIZACIÓN CULTURAL DE NUESTROS PUEBLOS

LA REVOLUCIÓN Y LA DESCOLONIZACIÓN CULTURAL DE NUESTROS PUEBLOS

 

Para la construcción definitiva de un modelo de sociedad de nuevo tipo, basado en los ideales del socialismo revolucionario, se impone revisar y transformar radicalmente la herencia histórica de nuestros pueblos, entroncada ésta con modelos de dominación provenientes de la vieja Europa e impuestos a sangre y fuego durante la época colonial, y que supone la aceptación fatalista de unas relaciones de poder que dejan al descubierto la existencia de dos clases sociales antagónicas, que se hace ineludible trascender en favor de conquistar mayores espacios de participación democrática y de justicia social por parte de las mayorías.


Esto -de antemano- representa un proceso de descolonización cultural que, al mismo tiempo, debiera motivar un cambio sustantivo en los modos de dirigir el Estado liberal-burgués imperante, siendo éste un reflejo del modelo de dominación que excluye a las mayorías populares, por lo que tal cambio tendría que manifestarse a nivel estructural, a fin de permitir un ejercicio pleno y directo de la democracia que se plasme en todos los aspectos de la vida en sociedad.


No cabe aceptar, por tanto, cualquier medida que esté orientada a mantener inalterable el viejo orden establecido, así la maquillen de revolucionaria o de socialista. Mucho menos ha de aceptarse la práctica clientelar y demagógica, gracias a la cual los sectores populares son convertidos en trampolines para el ascenso social y económico de aquellos que sólo se interesan en su propio bienestar. Esto hace que el avance revolucionario, en general, resulte una tarea ardua y desalentadora para muchos, en especial cuando éstos carecen del entusiasmo, la constancia, la originalidad y el compromiso suficientes o mínimos que les hagan comprender la misión de forjar realmente una conciencia revolucionaria y, junto con la misma, de las acciones que definirán el curso final de una Revolución autóctona, enlazada con la memoria histórica de nuestros pueblos.


De ahí que resulte pertinente recordar a Lenin al señalar la importancia fundamental de la teoría revolucionaria para hacer la Revolución Socialista. Sin ella, la Revolución Socialista continuará siendo, indefinidamente, una quimera, un estado ideal de humanidad extremadamente difícil de alcanzar. Por eso, la Revolución Socialista no puede afianzarse solamente a través de medidas populistas, aunque persigan mitigar y solventar las necesidades materiales inmediatas de los sectores populares mayoritarios; cuestión que podría degenerar, eventualmente, en un asistencialismo pragmático permanente que terminaría por castrar las potencialidades revolucionarias del pueblo.


Si ello está orientado por un deseo particular por obtener y conservar dividendos electorales, la Revolución Socialista tendrá unos soportes bastantes endebles que harían que esta colapsara en cualquier momento, inclinando la balanza a favor del bando de la contrarrevolución. En este sentido, habría que esperar, con los pies en la tierra, que la teoría revolucionaria (sin llegar a ser dogmática) se haga sustancia viva entre el pueblo revolucionario organizado, extraída de ese proceso de descolonización cultural que debe mantenerse a través del tiempo, de modo que este mismo pueblo ya no dependa de seudos líderes revolucionarios sino de sí mismo, nutriendo con sus experiencias diarias de empoderamiento y de autogestión lo que sería entonces la Revolución Socialista en este nuevo siglo.-

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