DÓLARES Y MISILES EN LA ESTRATEGIA IMPERIALISTA DE EE.UU.
Con la película de Stanley Kubrick, “Chaqueta metálica” (exhibida en nuestro país con el título de “Nacido para matar”), quedó de manifiesto la mentalidad de las tropas estadounidenses cuando uno de los soldados confiesa que fue a la guerra de Vietnam porque “quería conocer gente de una vieja cultura y matarla”. Es lo que han hicieron antes los soldados de George Walker Bush y los de Barack Obama ahora cuando atacan y matan a ciudadanos inermes en Irak, Afganistán y Libia, pretendiendo hacerlo en resguardo del mundo libre, occidental y cristiano amenazado por extremistas bárbaros que, en su mente simplista, deben desaparecer de la faz de la Tierra. Una cuestión concienzudamente exacerbada por los halcones guerreristas en la Casa Blanca (secundados por sus socios ingleses y europeos) para quienes la guerra preventiva dejó de ser un ejercicio teórico del Pentágono para convertirse en una realidad que amenaza cada día más la paz mundial.
A pesar de la autocensura impuesta por las corporaciones industriales de noticias estadounidenses, el gobierno de Estados Unidos no pudo impedir que algunas imágenes de la guerra contra el “terrorismo” fueran difundidas en algunas cadenas televisivas de su país y en Internet, despertando indignación y horror en distintas latitudes del mundo, al observarse el comportamiento habitual de las fuerzas militares anglosajonas en aquellas tierras milenarias. Los ciudadanos estadounidenses dudan, incluso, que su gobierno desconociera los planes terroristas que se concretaron en los ataques del 11 de septiembre de 2001 y, tras la fachada de la lucha contra el terrorismo, descubren que existen poderosos intereses de grandes corporaciones transnacionales que buscan controlar el mercado de los hidrocarburos en el Asia Central, conectados a la clase gobernante de su país.
Esto confirma lo plasmado en el Documento de Santa Fe IV, según el cual “Estados Unidos no debe tener miedo de actuar como la superpotencia invencible que es en realidad. La mano invisible del mercado no funcionará jamás sin un puño invisible”. Tal puño se llama Ejército de los Estados Unidos. Así, McDonald´s no puede expandirse sin McDouglas, el fabricante de los aviones F-15.
Tales patrones de imperialismo y fascismo descarado se vieron oportunamente estimulados por los ataques del 11-S, lo que facilitó que se viera enemigos a vencer en todos aquellos que no compartieran su visión parcializada del mundo; justamente aquellos que luchan por mantener sus raíces históricas ante el avance demoledor, excluyente y uniformador de la globalización capitalista. De ahí en adelante todo giraría (o debiera girar) en torno de los intereses vitales de seguridad nacional que constituyen el imperio económico y geopolítico de Estados Unidos en todo el planeta. Así, Bush estableció que el “eje del mal” contra los “buenos” de Estados Unidos no sólo lo representaban Corea del Norte, Irán, Siria o Cuba, sino todo aquello que pudiera ser denominado radicalismo populista, según la acepción del General James T. Hill, ex jefe del Comando Estratégico del Sur, al referirse a los casos particulares de Haití y Venezuela. Obama ha seguido la misma senda que su antecesor en la Casa Blanca sin ningún tipo de rubor y desmereciendo el Premio Nobel de la Paz que le fuera otorgado.
Lo peor de todo este panorama es que Obama y sus halcones es constatar que están convencidos que no existe fuerza alguna, a nivel mundial, que les haga contrapeso o contenga sus apetitos territoriales. Por ello, buscan acomodar sus piezas de dominio hegemónico en América Latina y el Caribe, enfilando sus baterías hacia las reservas energéticas e hídricas que existen en abundancia en esta importante región del planeta, como es el caso de la Amazonia, aprovechándose del auge delictivo existente en algunas de estas naciones, especialmente centroamericanas. De este modo, a la par de la diplomacia del dólar, Estados Unidos ha ido potenciando firmemente su supremacía militar en esta región, gracias a la implementación de algunos planes militares que le dan potestad para intervenir, incluso, en los asuntos internos de estos países si considera que deben hacerlo y si sienten amenazados sus intereses comerciales, gracias a la posición servil y mercantilista de algunos de sus gobiernos.-
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