PARA CONSTRUIR EFECTIVAMENTE EL SOCIALISMO REVOLUCIONARIO
“Los que hacen las revoluciones a medias no hacen más que cavar sus propias tumbas”. Consigna del Mayo Francés, 1968.
La disyuntiva del socialismo revolucionario siempre ha oscilado entre la continuidad del orden establecido y la irrupción de uno que lo reemplace mediante el establecimiento de unos nuevos valores y unas nuevas relaciones políticas y económicas que se diferencien de forma substancial de los tradicionalmente aceptados.
En efecto, para construir efectivamente el socialismo revolucionario es fundamental armonizar los deseos de las mayorías de disfrutar mayores niveles de justicia social en combinación con mayores niveles de protagonismo político, además de aquellos que permitan una equidad económica que tienda a disminuir y a eliminar la explotación de los trabajadores, lo que se traduciría en la autogestión y el control ejercido por éstos en la producción, transformándose -en consecuencia- lo que entendemos por propiedad privada de los medios de producción.
Una cuestión que debe manifestarse en el ejercicio efectivo del poder por parte de los sectores populares aunque se convenga en que ello sería algo difícil de lograr, dadas las ancestrales relaciones de poder existentes entre gobernados y gobernantes. Sin embargo, en descargo de ello, es lícito afirmar que tales relaciones bajo el socialismo revolucionario tienen que modificarse de una forma radical, invirtiendo la pirámide social y política actual por un sistema que privilegie la organización, el protagonismo y la participación del pueblo. En tal caso, habría que dilucidar el dilema entre mandar obedeciendo, conforme a la democracia participativa y protagónica, o mandar sometiendo, propio de la democracia representativa, todo lo cual exige cuestionar y replantearse los esquemas políticos, sociales, económicos y culturales imperantes, produciendo una nueva teoría y un nuevo conocimiento basados en el socialismo revolucionario y en correspondencia con la realidad específica de cada país donde tenga lugar.
De crearse las condiciones apropiadas para su logro, la nueva realidad que surja de estos cambios revolucionarios tendrá que arropar ineludiblemente al Estado, en tanto estructura que rige a la sociedad, sometiéndolo a un cambio estructural que sea expresión del carácter participativo y protagónico del nuevo modelo de democracia, siendo el poder popular su elemento más distintivo y decisivo. Así, en oposición a ese Estado de minorías privilegiadas, subordinado a las decisiones e intereses de quienes hegemonizan el sistema capitalista, es obligatorio constituir otro de nuevo tipo, uno mediante el cual se beneficie realmente a las mayorías, pero sin disminución ni irrespeto de los derechos de sus opuestos. De esta forma, el socialismo revolucionario pudiera vivir una transición efectiva, profunda e indetenible que facilite luego la autogestión comunal, sin interferencia alguna del Estado, lo que sentaría las bases para un nuevo orden social, político y económico -emancipatorio, humanista, justo, solidario, igualitario y respetuoso de la vida en todas sus manifestaciones- que represente una verdadera alternativa a seguir por los pueblos del mundo.-
0 comentarios