EL SOCIALISMO SIGUE SIENDO LA ALTERNATIVA AL CAPITALISMO
Quienes se han afanado inútilmente desde siempre en anatematizar los ideales revolucionarios del socialismo parten de un razonamiento (si es que alguna vez el fanatismo extremo llegara ser racional) totalmente equivocado. Acusan -siempre- al socialismo revolucionario de ser un fracaso histórico a nivel mundial, olvidando a propósito que nada de lo previsto por los teóricos socialistas -con Marx y Engels en primera fila- ha podido concretarse debido a múltiples factores, pero principalmente por la alienación y la fetichización del poder de las cuales ha sido víctima la humanidad entera, sobre todo, luego de producirse la Revolución Francesa de 1789, cuyo epílogo fue el surgimiento de la burguesía como clase dominante. A partir de este importante hecho histórico, la burguesía no basó su poder -como lo hicieran reyes y “nobles” invocando la sacrosanta voluntad de un dios conveniente que legitimara su lugar en la pirámide social- sino que lo hizo a través del capital y de las relaciones sociales y productivas que de él se derivarían, ejerciendo el control de las distintas instituciones del Estado en su propio beneficio. Para alcanzar este propósito, la burguesía inculcó entre los sectores populares que explota la ilusión de armonía entre ambas clases sociales, en un modelo de sociedad que garantiza la igualdad de oportunidades para escalar social y económicamente, bastando para ello trabajar arduamente y respetar las leyes existentes. Sin embargo, la realidad cotidiana revela la verdad de las cosas que niega y oculta el capitalismo, como ocurriera en Venezuela en 1989 y, luego de ese año emblemático hasta ahora, a escala planetaria.
Por lo tanto, aquellos que vilipendian al socialismo revolucionario buscan minimizar el impacto negativo de todo lo sucedido en nuestros países para que exista el capitalismo, siendo una evidencia innegable de ello, por ejemplo, el cambio climático, llegándose al colmo de pretender imponer que el mismo es algo natural, un ciclo que se cumple por leyes inexorables de la naturaleza. Para esto le es indispensable al capitalismo que haya entre los seres humanos cierta plasticidad de sus conciencias que los impulse a renunciar a su propia identidad y que esto se sujete posteriormente a una conveniente ausencia de memoria crítica de la realidad que les rodea. Este tipo de personas es el que legitima las relaciones sociales, de poder y de producción engendradas bajo el sistema capitalista, viéndolas y sintiéndolas de modo fatalista e imposibles de trascender y de reemplazar, aun cuando las resienta y combata al verse afectado en su condición individual.
Tal alienación se manifiesta en la aceptación tácita de la propiedad privada, la división del trabajo y la producción mercantil, siendo entonces necesario que tales elementos sean radicalmente transformados mediante una revolución de signos socialista y popular que permita, en consecuencia, que los cambios culturales, espirituales, económicos, sociales y políticos se manifiesten igualmente en el desarrollo integral de la individualidad de cada persona, sin que ello signifique la reproducción y permanencia de los antivalores capitalistas que siempre han menoscabado el deber social y el interés colectivo. Por consiguiente, ante la devastación causada por el capitalismo en muchos aspectos de la vida en sociedad, la alternativa revolucionaria al mismo seguirá siendo el socialismo (así continúen recurriendo los apologistas del capitalismo a la experiencia fallida de la URSS para convencernos de lo contrario).-
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