UNA UTOPÍA NADA ILUSORIA
Los sectores populares confrontan desde hace ya quince años en Venezuela todas las maniobras inventadas y por inventarse de los grupos de la oposición, por lo que sería completamente estúpido confiar que mediante llamados al amor y a la paz, o dándole dólares a granel, éstos recapacitarían y abandonarían sus planes para desequilibrar y eliminar el gobierno actual. Sin duda, esta es una confrontación entre dos concepciones: una que defiende a ultranza la soberanía nacional y el derecho de los venezolanos a la autodeterminación mientras que la otra, defendida por la oposición, nada más plantea vivir de las migajas del imperialismo yanqui, imitando el estilo de vida estadounidense, revistiéndose de un complejo de superioridad como jamás se había observado antes desde la época colonial.
Pero, si se escudriña bien en la lectura de los diferentes acontecimientos históricos sucedidos en este país de nuestra América, se notará que ellos se originan del hecho que las elites dominantes mantuvieron invisibilizados, explotados, discriminados y marginalizados a la gran mayoría -constituida por los sectores populares-, aun cuando adujeran representar y ser la mejor dirigencia democrática de este lado del planeta, contando siempre con el beneplácito del imperialismo gringo y de sus grandes corporaciones petroleras. Esto produjo conflictos de todo tipo a lo largo del tiempo, magnificándose luego que Hugo Chávez obtuviera por voluntad popular la banda presidencial en las elecciones de 1998, promoviendo una Constitución que modificó el esquema tradicional de las relaciones de poder en Venezuela y una revolución bolivariana, nacionalista, latinoamericanista y de corte socialista todavía en construcción.
Tal realidad no se puede dejar pasar por debajo de la mesa. Más cuando la clase dominante desplazada no se resigna tan fácilmente a su nuevo status, calculando que el incremento de sus caudales ya no se hará más a la sombra de la renta petrolera. Por ello, echa mano a clichés pasados de moda, pero que, en su presunción, debieran reflejar los mismos miedos e intereses de la mayoría poblacional. Este conocimiento de las cosas que pasan en Venezuela habría que profundizarlo en cada espacio del territorio nacional.
Para lograrlo, es necesario que así lo hagan las diversas Misiones sociales creadas por el Presidente Chávez, de modo que se entienda cabalmente la existencia de una lucha de clases perdurable que -a pesar del dominio cultural-ideológico ejercido por muchas décadas por la clase dominante- no podrá desconocerse bajo ningún concepto, especialmente cuando se considera que la misma ya se hizo evidente el 27 de febrero de 1989 al aplicarse el paquete de medidas económicas neoliberales impuestas por el FMI, así como durante los sucesos acaecidos tras el golpe de Estado del 11 de abril de 2002 y del sabotaje económico de 2002-2003 cuando se sometió al pueblo a un desabastecimiento general de mercancías y servicios que causó a la nación grandes pérdidas económicas, de las que apenas se ha recuperado, sin castigo aún para los culpables. Estos acontecimientos han de refrescarse para que se tenga en cuenta lo que está en juego actualmente y no dejar todo al azar, esperando que las cosas se resuelvan por sí solas, sin contar con una movilización y un protagonismo permanentes de los sectores populares, los que, al fin y al cabo, harán posible la utopía nada ilusoria de una revolución bolivariana socialista.-
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