EL NUEVO "GRAN JUEGO" DE ESTADOS UNIDOS EN NUESTRA AMÉRICA
Con una presencia militar prácticamente incuantificable alrededor del mundo, Estados Unidos no descuida sus intereses en la región latinoamericana y caribeña. Como en los viejos tiempos, Washigton se propone recuperar la influencia y el espacio perdidos en nuestra América luego que se desatara el huracán de movimientos sociales y políticos reivindicadores de la soberanía y la liberación nacionales en estos países, lo que llevó a la presidencia de sus respectivos países a líderes tan heterogéneos como Hugo Chávez, Luiz Inácio "Lula" Da Silva, Néstor Kirchner, Evo Morales, Daniel Ortega y Rafael Correa; además de otros que se han inscrito en esa onda integracionista y antineoliberal que aún sacude este continente desde finales del siglo pasado, representando una piedrita en el zapato para los inquilinos de la Casa Blanca.
Por consiguiente, es difícil sustraerse a la sospecha (nada fortuita, conocida la historia de manipulaciones, despojos e intervenciones de todo tipo del imperialismo gringo en los países de nuestra América) que existe una estrategia común aplicada a estos países, quizás más extendida e imperialista de lo que pudo ser la doctrina Monroe, que desemboque en un clima generalizado de inestabilidad política, conflictos sociales de toda especie y e interrupción del posible flujo de inversiones extranjeras que estarían tramitando sus respectivos gobiernos. Así, nuestras naciones -ricas en yacimientos de recursos naturales estratégicos para la supervivencia del sistema capitalista global, como gas y petróleo- son joyas altamente codiciadas por las grandes corporaciones transnacionales capitalistas, de forma que puedan incrementar todavía más sus ganancias multimillonarias. Esto ocurre en momentos que los acuerdos bilaterales celebrados con Rusia, China y, en algunos casos, con Irán configuran una nueva realidad en nuestros países, siendo relegado a un segundo plano el papel preponderante tradicionalmente asumido por Estados Unidos, cuestión nada grata para la clase gobernante gringa; especialmente cuando avizora una grave amenaza a sus intereses geoestratégicos, sumada a lo que representaría el canal interoceánico de Nicaragua (con inversión china) en cuanto al tráfico del comercio mundial, acortando, por ejemplo, la ruta del petróleo venezolano a Asia, entre otros productos provenientes de nuestra América y el Caribe.
De ahí que no deba extrañar lo que ocurre en países considerados como puntas de lanza de ese proceso de orientación socialista, integracionista y antineoliberal, donde se ha hecho sentir una misma estrategia desestabilizadora. Para alcanzar sus metas, Estados Unidos ha montado estructuras de comando, control, comunicaciones e inteligencia, con bases militares diseminadas a todo lo largo y ancho de la geografía americana, incluyendo la reactivación de su Cuarta Flota en aguas del Caribe, lo que combina con el respaldo financiero a organizaciones opositoras a los regímenes que etiqueta como enemigos. Además, continuando con lo iniciado por Ronald Reagan y George Bush (padre), la administración de Barack Obama respalda la utilización de grupos paramilitares en el escenario político de nuestra América, de un modo similar a lo hecho en Nicaragua en la época del gobierno sandinista, al mismo tiempo que la activación de lo que se ha dado en conocer como golpes blandos, repitiendo la experiencia de las revoluciones de colores en Europa del este y norte de África; todo esto sin olvidar los planes supuestamente destinados a combatir y erradicar el narcotráfico y el terrorismo internacionales, cuyos epicentros se ubicarían en México, Centroamérica y Colombia.
Con esta singular estrategia en la mente de quienes controlan Estados Unidos, como lo determina Fernando Vicente Prieto, en su artículo "A enfrentar el golpe blando", publicado en www.portalalba, "todas las políticas se dirigen a cambiar el signo de la integración continental. Para recuperar el terreno EE.UU. necesita esterilizar la acción de organismos como Unasur y Celac, y desarticular el ALBA y Petrocaribe como alternativa de los pueblos para la construcción de unidad y soberanía. Para esto, a su vez, precisa debilitar, en cada país, los proyectos políticos que quieren ganar autonomía de la órbita imperial. El entramado que conforman las plataformas políticas locales, junto a ONG’s de actuación global, espacios políticos europeos y los medios privados internacionales, tiene como principal objetivo frenar el avance de un pensamiento liberador que en este siglo XXI, recupera la rica historia de lucha, desde San Martín y Bolívar hasta Fidel y el Che Guevara, pasando por Martí, Sandino y una cantidad de patriotas que se opusieron al dominio extranjero. En términos de proyecto histórico, se trata de Bolívar versus Monroe. El imperialismo tiene una mirada global y una gran similitud en las tácticas locales en esta etapa histórica".
Sería algo completamente necio ignorar este asunto de vital importancia para el destino común de los pueblos de nuestra América, cuando el nuevo "gran juego" de Estados Unidos se desarrolla ante los ojos de todos. De nada valdría congeniar ni hacerle concesiones para no sufrir sus embates, pues -como lo dijera el Che Guevara de manera gráfica e incuestionable- "no se puede confiar en el imperialismo, pero ni tantito así..." Es lo que le tocaría hacer a los gobernantes y movimientos populares como una primera medida para enfrentar y vencer todo lo que hacen (y pretenden hacer) los gringos para minar y usurpar nuestras soberanías nacionales.-
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