PORFIADAMENTE, CON MARX
Los capitalistas siempre han sucumbido ante la incertidumbre que les causaría una eventual bancarrota. Esto los impulsa a mantener e incrementar su flujo constante de ganancias, de manera que se ven obligados a multiplicar las fuerzas de producción, reproducir la innovación tecnológica del momento en sus empresas y aprovechar al máximo la fuerza y la experiencia acumulada a través del tiempo de los trabajadores; lo mismo que explotar a un bajo costo los recursos naturales de las naciones periféricas y transformar sus materias primas en una amplia variedad de mercancías.
Esta situación tiende a incrementarse, aun cuando existen indicios que hacen prever lo contrario, especialmente al considerarse el surgimiento de un nuevo tipo de economía que ya muchos comienzan a denominar la economía digital, en otros casos, comercio electrónico, economía uber o economía colaborativa; lo que implica un nuevo estadio de estudios respecto a la vigencia del sistema capitalista a nivel mundial.
En la actualidad, muchas personas en todo el planeta, sobre todo en los países con economías depauperadas, han comprobado en carne propia que la alegre y algo irracional presunción existente a finales del siglo XIX en relación a que el sistema capitalista forjaría las condiciones de un mundo sin hambre ni penurias de ningún tipo carece de fundamentos sólidos. No obstante, pocos advertirían durante el último siglo transcurrido que esta supuesta riqueza de la sociedad en general únicamente conseguiría desarrollarse destructivamente, como llega a concluir Karl Marx en El Capital, su obra cumbre: “La producción capitalista sólo desarrolla la técnica y combinación del proceso de producción social minando a la vez la fuente de toda riqueza: la tierra y los trabajadores”.
Adentrados en el siglo XXI, nuestro mundo contemporáneo, de una u otra forma, ha comprobado la veracidad de las determinaciones hechas por Marx respecto al capitalismo, a pesar de corresponder a épocas distintas, pero ambas impregnadas por la misma lógica del capital. Hoy, la alta concentración de capitales en manos de una minoría que triplica los presupuestos de algunas naciones (lo que conduce generalmente a un mayor índice de desempleo y a una alta depreciación de los salarios de los trabajadores), la privatización en auge de las redes de comunicación, la autoridad global ejercida por las grandes corporaciones transnacionales en detrimento de las soberanías nacionales, la industrialización de la agricultura, la devastación creciente, irracional e indetenible de los ecosistemas existentes, y la dinámica impuesta por la globalización neoliberal han acabado por instaurar una brecha, al parecer infranqueable, entre la riqueza obscena que dicha minoría exhibe a diario y la miseria de una población mayoritaria, son los rasgos más notorios que podrían tomarse en cuenta a la hora de juzgar si los aportes científicos de Marx resultan obsoletos e inapropiados para captar y tratar de cambiar lo que ocurre en las distintas esferas de la vida social.
Se debe entender, comprender y discernir que el sistema y la lógica del capital implican la puesta en marcha de un proyecto ilimitado de crecimiento, lo que ha desembocado en el resurgimiento de formas de explotación del trabajo que, aparente y formalmente, habían desaparecido de la faz de la tierra, como la esclavitud y la servidumbre de niños, las que refutan de alguna forma los premisas “democráticas” enarboladas desde siempre por los apologistas del capitalismo.
Citado por Max Seitz en su análisis “200 años de Karl Marx: 4 ideas del ideólogo de la Revolución rusa que siguen vigentes a pesar del fracaso del comunismo”, el pensador marxista Jacques Rancière, profesor de filosofía de la Universidad de París VIII, concluye que "el proletariado, lejos de enterrar el capitalismo, lo mantiene con vida. Trabajadores explotados y mal pagados, liberados de la mayor revolución socialista de la historia (China), son llevados al borde del suicidio para que Occidente pueda seguir jugando con sus iPads. Mientras tanto, el dinero chino financia a un Estados Unidos, que de otra manera estaría en bancarrota".
Con Marx, podríamos adherirnos a la propuesta de lo que debiera verse y constituirse entre los sectores populares como la asociación de productores libres e iguales, con arreglo a un plan común encauzado a transformar de raíz las relaciones sociales de producción y, junto con éstas, las relaciones de poder que hacen posible la existencia del Estado burgués liberal y el capitalismo. Todo lo cual tendría que concretarse de un modo constante -y sin dogmas que encorseten el esfuerzo para conseguirlo- en la emancipación integral y la autorreproducción democrática de los sectores sociales. -
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