REPLANTEAR EL SOCIALISMO REVOLUCIONARIO FRENTE AL CAOS CAPITALISTA
Las posibilidades de construcción de una sociedad socialista como alternativa revolucionaria a la hegemonía del capitalismo siempre han sido combatidas acérrimamente por los sectores conservadores dominantes. Sin importar los costos que ello signifique en vidas humanas ni los medios legales e ilegales utilizados para lograr su supresión definitiva. Como ya aconteciera en Chile (con Salvador Allende), Nicaragua (al triunfo de la Revolución Sandinista) y Bolivia (con Evo Morales), manteniéndose un paréntesis aún abierto en los casos de Cuba y Venezuela, gracias al comportamiento obtuso de la clase gobernante gringa de querer cumplir -por encima de la lógica- con su auto atribuido- «destino manifiesto». Sin olvidar que en el cono sur de nuestra América se produjo una cadena de golpes de Estado que precipitaron persecuciones, encarcelamientos, torturas, ejecuciones y desapariciones forzosas de militantes de izquierda, en un proceso sistemático de exterminio total que, adicionalmente, contó con el beneplácito, el apoyo económico y la asesoría de los distintos gobiernos de Estados Unidos.
Esto no se diferencia mucho de lo ocurrido en Europa -consolidada la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas- cuando los sectores conservadores se ampararon bajo el nazismo y el fascismo como fórmulas de contención frente al auge de masas obreras y campesinas que, inspiradas en los ideales marxistas leninistas, esperaban darle un vuelco completo a las condiciones de explotación, de desigualdad y de miseria en que se hallaban sumidas. Todo este historial de crímenes de lesa humanidad no le ha servido a los sectores conservadores para alcanzar todavía la meta anhelada desde hace siglos. Como tampoco el vasto y continuo proceso de ideologización que, a través de la religión, la educación, la industria del entretenimiento, la moda y los medios de información masivos, entre otros elementos no menos importantes, contribuye a que gran parte de la gente perciba con sentido de fatalidad y de autoconvencimiento que el orden establecido es el mejor posible, por lo que cualquier intento por transformarlo radicalmente les resulta antihistórico y, por consiguiente, algo que redundará en mayores perjuicios que beneficios para la población en general.
Ahora que los avances tecnológicos en materia de comunicaciones le permiten a la humanidad enterarse de lo que ocurre en cualquier latitud de la Tierra de un modo directo e instantáneo, la lucha en contra de las propuestas socialistas revolucionarias abarca la difusión e imposición de falsas noticias, así como el régimen de George W. Bush hizo creer a muchos que el régimen de Iraq poseía armas de destrucción masiva, algunas de las cuales habrían sido utilizadas para masacrar a la población iraquí, por lo que se justificaba desatar una guerra que acabara con la situación allí creada. Esto mismo pero con herramientas de mayor sofisticación, tiende a ser parte esencial de la estrategia de desestabilización aplicada por Washington para garantizar su hegemonía unipolar, lo que crea dudas en cuanto a la veracidad de las noticias divulgadas a través de sus medios aunque algunos lleguen a aceptarlas como verdades inapelables, generándose así todo tipo de opiniones intolerantes que, en algunos casos, causarán hechos de violencia y muertes. Tal estrategia ayuda a que el caos y la posibilidad que éste pueda incrementarse en algún grado sirvan para que los ciudadanos opten por políticos que ofrezcan mayores controles y seguridad en vez de arriesgarse a revolucionar lo existente, llegando a sacrificar sus derechos a cambio de unas ofertas electorales abiertamente reaccionarias.
Aún con un enorme historial propagandístico en su contra, las múltiples condiciones contradictorias que abruman al mundo contemporáneo imponen la necesidad de reemplazar el modelo civilizatorio existente, lo que replantea echar mano a lo que, de una manera general, se deriva de los ideales socialistas revolucionarios; ahora con una visión más amplia y menos eurocentrista de lo que fue desde sus inicios al nutrirse en la actualidad de elementos pertenecientes a otros pueblos, culturas y grupos sociales. Más todavía cuando estos mismos pueblos, culturas y grupos sociales mantienen una lucha de resistencia prolongada en contra de la exclusión, la explotación, la desigualdad y la miseria a que han sido condenados desde siempre por el sistema capitalista, no importa cual sea el rostro con que éste pretenda presentarse.
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