PALESTINA Y LA NUEVA VERDAD DEVELADA DEL SIONISMO
Shlomo Sand, profesor de Historia de Europa en la Universidad de Tel Aviv y autor, además, del libro "La invención del pueblo judío", ha cuestionado algunos principios de la historia sionista oficial, lo que -aparte de los ataques de quienes se sienten afectados por sus afirmaciones- ha generado polémicas de diversos tonos en torno a lo que constituye el soporte principal de esta ideología supremacista; ganándose descalificaciones que, incluso, lo equiparan con un nazi.
El controvertido profesor no solo osa expresar públicamente que «el Estado de Israel dice que es el Estado del pueblo judío y que es un Estado democrático y judío, y eso es un oxímoron, una contradicción. Un Estado democrático pertenece a todos sus ciudadanos. Una cuarta parte de los ciudadanos de Israel no son judíos, pero el Estado dice que pertenece sólo a los judíos. Hay leyes que dicen que el Estado es judío, y que el Estado no está abierto a los demás». También ha sido capaz de establecer una raíz común que uniría al judaísmo con el pasado del pueblo palestino, siendo éste descendiente de los judíos (hebreos o israelíes) originarios, y rebate la historia difundida de que haya se producido un exilio forzado por el Imperio romano que dispersó a éstos por gran parte del mar Mediterráneo, como aparente castigo por la crucifixión sufrida por Jesús de Nazaret.
Tales elementos socavan las bases presuntamente históricas del sionismo. Incluso permite establecer el origen del judaísmo en Europa, en los tiempos iniciales de la cristiandad, luego que el emperador Constantino percibió la ventaja política que obtendría al decretarla religión oficial. Ello sirvió de base para establecer que los judíos conforman un pueblo y no simplemente profesan una religión (el judaísmo), por lo que, en una vasta parte de Europa se les segregó, expulsó y masacró hasta llegar al nefasto capítulo de la Segunda Guerra Mundial cuando Hitler y sus seguidores pretendieron borrarlos definitivamente de la faz del planeta; lo que motivó su asentamiento (por convenio del imperio británico con banqueros de origen judío) en territorios ancestralmente ocupados por el pueblo de Palestina, convirtiendo, de paso, la región del Medio Oriente en un polvorín con pocas opciones de paz.
Si se consideraran válidas tales afirmaciones, quizás cambiara la percepción de mucha gente en relación con el conflicto palestino-israelí, enfocándose en lo que es su raíz política y cultural más que en el aditivo seudo religioso con que se pretende disminuir y obviar, atribuyéndose a un dios que, aparentemente, no discrimina a ninguna persona por su color de piel u origen étnico, pero que mantiene una relación muy especial con los descendientes de Abraham y de sus hijos. Más aún al determinarse que una parte significativa de quienes han ocupado a sangre y fuego, con la complicidad tácita y directa de los gobiernos de Occidente, provienen de naciones diversas de Europa oriental y Estados Unidos, de donde aprendieron y asimilaron los principios racistas y colonialistas insertados en el eurocentrismo.
De todo esto se puede extraer que los teóricos del sionismo manipularon la historia a su conveniencia, así como supieron aprovechar las conexiones políticas con gobiernos que quisieron, en apariencia, resarcir el daño cometido por los nazis. Su propaganda ha sido tan efectiva que muchas personas creen que la maquinaria de guerra impulsada por Hitler tuvo como único objetivo la liquidación física y cultural del judaísmo, pasando por alto lo sufrido por los pueblos eslavos (incluida la URSS), los militantes comunistas, los gitanos, los homosexuales y otras personas que no suelen figurar de modo protagónico en la cinematografía hollywoodense; logrando simultáneamente que toda alusión crítica o condenatoria respecto a esta realidad sea tildada de antisemita y se legitime el derecho invocado por el sionismo desde hace más de medio siglo de tomar posesión total del territorio palestino aunque esto suponga desplazar a familias enteras de sus legítimos hogares y el hostigamiento criminal contra éstas, sin que la comunidad internacional intervenga de forma efectiva y permanente para impedir este constante atropello.
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