EN EL REINO DEL DIOS GEORGE W. BUSH
El mundo fascista manipulado por los grandes centros de poder mundial imaginado por George Orwell en su obra distópica “1984”, está rebasado por las perspectivas del mundo que pretende crear a su medida el Presidente George Walker Bush, convencido de interpretar y de seguir la voluntad divina en las “vísperas” del Advenimiento y de la Guerra de Armagedón que señala el último libro de la Biblia. Junto a colaboradores y socios neoconservadores maneja la tesis según la cual Estados Unidos libra una guerra crucial en defensa de los valores de la civilización occidental y cristiana en contra de las fuerzas del Mal. Para ello, opera dos importantes recursos, ambos interrelacionados y puestos a su disposición tras el atentado del 11 de septiembre de 2001, aunque vienen aplicándose con mucha anterioridad: el uso indiscriminado del poderío militar yanqui en contra de naciones más débiles militarmente, sin miramiento alguno por lo que diga la comunidad internacional; así como también el apoyo solícito automático e ideológico de los grandes medios de comunicación. Ambos recursos le han creado a Estados Unidos la imagen de una potencia mundial temeraria, que actúa de modo irracional y retaliativo, con lo cual se convierte en un peligro sin control para la paz internacional y la autodeterminación de los pueblos.
Básicamente, éstos son los mismos esquemas belicistas y racistas aplicados por el Estado de Israel en las tierras árabes que ha usurpado desde hace ya más de cuatro décadas, sin que exista freno alguno a sus desmanes constantes, incluida la agresión sin justificación a los países vecinos, como el Líbano. Con ello en su agenda, Washington divide a gobiernos y naciones según su personal y único criterio: buenos y demócratas, si acatan y secundan la supremacía estadounidense, y, malos, si la resisten y desafían.
A la par de su belicismo, Bush apela abiertamente a la mentira, tratando de cohesionar en su entorno a todos los ciudadanos estadounidenses y a los gobiernos del mundo, principalmente europeos. Habla de combatir al terrorismo, pero ampara a un connotado terrorista internacional como Luís Posada Carriles entretanto mantiene cautivos a cinco ciudadanos cubanos, sin derecho a la visita de familiares, a la defensa y a un juicio justo, al igual que lo hace con una cantidad indeterminada de “prisioneros de guerra” en el territorio usurpado de Guantánamo, escenario de las más degradantes torturas y humillaciones a las cuales pudiera someterse a cualquier ser humano. Se “preocupa” por el supuesto estado de deterioro de la democracia en Venezuela, pero en el interior de Estados Unidos ha implantado un sistema de control ciudadano que bien recuerda al “Big Brother” descrito por Orwell en “1984” y cuya última pretensión es la de vigilar y manejar los contenidos que se transmiten por Internet.
Para Bush, dios encargado de erradicar el Mal de la faz de La Tierra, las guerras emprendidas (y por emprender) son “apropiadas y justas”. Todas, en función de la seguridad y de los intereses comerciales de las grandes corporaciones de la industria armamentista yanqui que ven en ellas la oportunidad dorada para aumentar sus ingresos. De ahí que el nacionalismo autóctono represente una amenaza que debe combatirse en cualquier región del mundo. Por ello, según Noam Chomsky, “los planificadores militares estadounidenses comparten la valoración de la comunidad de la inteligencia y expertos externos de que aquello que se denomina engañosamente “globalización” llevará a una división cada vez mayor entre los “ricos” y los “pobres”, contrariamente a la doctrina, pero de acuerdo a la realidad. Y será preciso controlar a los elementos rebeldes: infundiendo miedo, o tal vez mediante el uso efectivo de máquinas asesinas de gran poder destructivo lanzados desde el espacio”. Su propósito malsano es mantener un estado perpetuo de zozobra, enfrentamientos, temores e incertidumbres que redunde ampliamente en beneficio de su industria armamentista, en donde los intereses corporativos del capitalismo tengan una mayor importancia que la vida humana.
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Gladis Montenegro -