EL NUEVO CAMPO DE BATALLA A NIVEL MUNDIAL
Los sucesos históricos de las últimas décadas del siglo XX y las primeras de este siglo han configurado -en uno u otro sentido- un mundo que se debate entre las viejas formas de dominación y la necesidad urgente de una emancipación integral de la humanidad, logrando por medio de ella sus aspiraciones de un orden social, político y económico realmente democrático, soberano, justo e igualitario. A esto último se agrega la fatalidad que se cierne sobre todo el planeta de continuar inalterable el sistema de explotación irracional implantado por los capitalistas, el cual afecta enormemente el delicado equilibrio ecológico y cuya consecuencia inmediata es el cambio climático que sufrimos todos por igual. Esta situación generalizada ha obligado a las cúpulas de poder a nivel mundial a plantearse estrategias y mecanismos que les permitan conservar y consolidar su hegemonía. Para ello, el imperialismo gringo y sus aliados de la OTAN han recurrido tanto a las armas como a recursos menos visibles, pero igualmente efectivos para sus propósitos, entre estos la transculturización y la manipulación informativa, lograda a través de los distintos medios de comunicación masiva.
Esto ha colocado a los movimientos populares frente a una gran desventaja, obligándose a hallar maneras de contrarrestar sus efectos, entendiendo que tales cúpulas hegemónicas tienen como objetivo establecer el capitalismo como sistema único y universal en beneficio de sus propios intereses y en perjuicio abierto de las soberanías, las culturas y la biodiversidad de nuestros pueblos. De ahí que “el conocimiento y la interpretación de la vida de nuestros pueblos, lo cual determina su conciencia histórica, -tal como lo reseñan Iraida Vargas-Arenas y Mario Sanoja Obediente, en su obra `La Revolución Bolivariana. Historia, Cultura y Socialismo´- es el campo de batalla donde se pelea su presente y su futuro. La narración del pasado se convierte en verdadera conciencia histórica cuando podemos comprender su vinculación con los eventos que marcan nuestro presente y que darán sentido a nuestro futuro”. Por ello mismo, se habla de una guerra de cuarta generación donde las armas utilizadas son la publicidad y la propaganda, buscando neutralizar con ellas la conciencia crítica de los sectores dominados, de modo que éstos adopten como propia la ideología dominante y den por sentado que ningún cambio estructural es realizable.
Sin embargo, este nuevo campo de batalla puede alterarse a favor de la soberanía, la dignidad, la identidad y las expectativas de justicia social de nuestros pueblos. El fin de la hegemonía imperialista -no obstante su indudable poderío militar y el manejo de instituciones internacionales, como la ONU, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, entre otras, según su capricho e intereses- es algo que comienza a delinearse en el horizonte, gracias a la heterogeneidad y simultaneidad de luchas populares, sostenidas a través del tiempo y en todas las latitudes, que cuestionan la existencia del capitalismo. En este escenario juega un papel primordial la conciencia emancipada de los sectores populares, asumiendo estos -a su vez- el protagonismo y la participación democrática como prácticas cotidianas ineludibles para alcanzar la mayor suma de felicidad y de bienestar posibles, de acuerdo al ideario socialista.-
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