LO QUE ESCONDE CAPRILES RADONSKI
El discurso de Capriles Radonski está dirigido primordialmente a una minoría de mentalidad reaccionaria o conservadora, a quien le induce a pensar solamente en el presente y en la satisfacción egoísta de sus propios intereses, sin tener preocupación alguna por los demás ni por el futuro de la nación. Esto último apunta -sin duda- al establecimiento de un proceso de desnacionalización progresiva, como lo apuntara no hace mucho tiempo Carlos Lanz Rodríguez, que cree en lo futuro las condiciones ideales requeridas para un protectorado de Venezuela por parte del imperialismo yanqui, respondiendo así al plan de dominación continental que éste se trazara décadas atrás, cuando apuntalara para ello el ALCA y los diferentes planes militares que harían de nuestra América una vasta colonia regida por Washington. Para Capriles Radonski y sus acólitos, la Patria es algo obsoleto, siendo lo deseable el estilo de vida de los estadounidenses, con lo que se estaría generando la misma situación de alienación, de psicosis y de discriminación que padece -desde hace más de un siglo- la sociedad de consumo norteamericana. Asimismo, se debe resaltar que la oferta electoral de Henrique Capriles Radonski y sus acompañantes de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) buscan esquivar el espinoso asunto de la explotación capitalista de los trabajadores (profesionales o no), enarbolando un supuesto progreso que alcanzará para “todos”, pero que no alteraría en absoluto la existencia de las dos clases sociales predominantes en el sistema capitalista a nivel mundial: burguesía y proletariado (trabajadores asalariados, profesionales o no), las cuales son antagónicas y bien diferenciadas, en tanto intereses y estilos de vida.
Esto no es admitido, por supuesto, públicamente por los representantes de la oposición, pero el análisis simple de sus “propuestas” de gobierno no dejan lugar a dudas al respecto, quedando en un limbo retorico todo lo referente a la democracia participativa y protagónica, la solidaridad, la inclusión social y la independencia nacional, cuya concepción y comprensión son diametralmente contrarias a aquellos que aprendió a valorar la mayoría de los venezolanos desde 1998. De esta forma, se apela al individualismo, dejando entrever que únicamente quienes estén dispuestos a sobresalir -en una competencia darwiniana promovida y amparada por el Estado- obtendrán el progreso que envidian a Estados Unidos, Japón y Europa (obviando las secuelas de la crisis actual del régimen capitalista neoliberal en todo el planeta); la cual, extendida a toda la nación bolivariana, suscitaría la ruptura de la unidad geopolítica y, por ende, el desequilibrio en la distribución del ingreso nacional, quedando a la zaga aquellos estados y municipios que no disponen de los recursos y las potencialidades económicas de los demás. Esto, forzosa e indudablemente, conduciría a Venezuela a una política de privatización de empresas y servicios a cargo del Estado, sobre todo, de PDVSA, la tan apetecida gallina de los huevos de oro, quedando la población venezolana a merced de los dueños del capital transnacional y de sus lacayos locales, decidiendo los mismos qué le “convendría” a ésta, sin afectar sus negocios e intereses.
Básicamente, Capriles Radonski, y la oposición en general, está reivindicando el viejo recetario neoliberal recomendado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) que hizo detonar el alzamiento popular del 27 de febrero de 1989, así como lo contenido en la Agenda Venezuela bajo la presidencia de Rafael Caldera que significó la eliminación de las prestaciones sociales de los trabajadores y la privatización de la CANTV y otras empresas estatales.
Todo ello enlaza la opción opositora con ese pasado adeco-copeyano que niegan y no quieren asumir como propio; de ahí que reiteren las palabras cambio y futuro en su estrategia propagandística como un mecanismo para desmarcarse -aparentemente- de tal pasado nefasto y antidemocrático. Para lograr su cometido final, de resultar victorioso Capriles el 7 de octubre, la oposición tendría que desmontar pieza por pieza el marco jurídico-constitucional levantado en Venezuela por iniciativa (prácticamente) exclusiva del Presidente Hugo Chávez, precisamente todo aquello que ha elevado la moral, la dignidad, la convicción democrática y su razón de ser de los sectores populares, creyendo quizás, en su ceguera ante la realidad nacional, que éstos reaccionarán de modo pasivo e indiferente ante sus medidas de corte neoliberal.-
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