ESTADOS UNIDOS Y SU GUERRA SIN FRONTERAS
Tal como lo expone el sociólogo Miguel Ángel Contreras Natera, “con el 11 de septiembre, la administración de George W. Bush ha intensificado una guerra permanente, sin fronteras territoriales, ni plazos temporales, que viola las cuestionadas normas del Derecho internacional y pone en jaque la autoridad menguada de las Naciones Unidas. En el caso particular de las decisiones posteriores al 11 de septiembre, la ONU demostró su ineficacia para restringir poder cuando están en juego asuntos que el gobierno de los Estados Unidos no está dispuesto a someter a la decisión de otros Estados. En sus primeras formulaciones, la guerra contra el terrorismo del gobierno de George W. Bush logró imponer un consenso alrededor de la idea de que todos los terrorismos son iguales y con una visión maniqueísta promovió la exacerbación de los enfrentamientos identitarios de carácter nacional, cultural o religioso, tanto locales como globales. La célebre frase o se está con nosotros o se está con ellos se convirtió en la semiótica de la guerra”.
Bajo tal concepción unilateralista e innegablemente imperialista, el actual inquilino de la Casa Blanca, Barack Obama, ha desarrollado su política exterior, de modo que su país ejerza en consecuencia un rol incuestionable de máximo rector del planeta, imponiendo sus intereses políticos, económicos y militares a diestra y siniestra, invocando para ello razones de seguridad nacional. Todo esto contando con la complicidad abierta y silente de los gobiernos de Europa y de los demás continentes que prefieren secundar la política guerrerista yanqui antes que perder la oportunidad de obtener alguna migaja del botín; sin importar que se viole el viejo principio de la no injerencia en los asuntos internos de cualquier país soberano, aparentando que se hace por razones humanitarias. Esta situación de alto riesgo para una paz duradera en el mundo entero, al margen de los regímenes que los gobiernan, ha logrado que una diversificada mayoría de grupos sociales estén reaccionando en contra de las pretensiones estadounidenses y ante la ineficacia (más bien, complicidad) de la ONU para frenarlas. Así, mucha gente ha descubierto tardíamente que Obama no es el imaginado paladín de la paz que premiara el Comité del Premio Nobel sino que, independientemente del color de su piel (al igual que la ex Secretaria de Estado Condolezza Rice), éste es parte de ese conglomerado político-empresarial-militar neoconservador que controla el poder en Estados Unidos desde los días de la administración de Ronald Reagan (el mismo que armara y catalogara de combatientes por la libertad a los grupos contrarrevolucionarios que enfrentaron al primer gobierno sandinista de Nicaragua).
Contrario a lo que pudieran alegar, quienes justifican las acciones belicistas del imperio global yanqui -en una guerra que no distingue frontera ni tiempo algunos, debieran molestarse en entender que ahora no se trata de una confrontación en el plano ideológico, como se quiso hacer ver a propósito de la pugna de Estados Unidos con la desaparecida Unión Soviética en lo que se conoce históricamente como la Guerra Fría. En la actualidad se hallan en grave riesgo algo más que intereses geopolíticos. Se trata de preservar, incluso, más que la paz, la cultura y la soberanía de todos nuestros pueblos, puesto que se amenazaría -sin ánimo sensacionalista- todo trazo de vida en la Tierra de permitírsele a Estados Unidos continuar con sus planes expansionistas.-
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