ENTRE LA LÓGICA CAPITALISTA Y LA TRANSICIÓN AL SOCIALISMO
En Venezuela se están padeciendo las consecuencias y las contradicciones derivadas de un modelo de desarrollo altamente desigual y dependiente que, por muchas décadas consecutivas, creó la ilusión en mucha gente de igualarse con los moradores de las naciones capitalistas más desarrolladas del planeta, sin considerar previamente que mucho de los niveles materiales de vida que estos últimos disfrutan se lo deben a la explotación indiscriminada de los recursos naturales y del trabajo de los pueblos avasallados de Asia, África y nuestra América. Tal ilusión aún se mantiene y ella explicaría, en parte, los frenos experimentados desde hace algún tiempo por el proceso revolucionario bolivariano socialista, incluyendo los estragos de una corrupción político-económica que extiende sus tentáculos, sin existir una ruptura definitiva con la lógica capitalista y, por ende, con los hábitos de alienación que la misma ha moldeado, expresados incluso en esa convicción fatalista de algunas personas que ven en el socialismo revolucionario algo muy lejano y muy difícil de alcanzar a corto y mediano plazo.
Esta situación tiende a reforzarse desde las mismas instancias del poder constituido, separadas éstas en segmentos que -en vez de articular programas y acciones tendentes a profundizar los logros revolucionarios- continúan aferrados a las viejas prácticas burocráticas del Estado liberal-burgués cuando lo que se impone es su total pulverización a manos de las diferentes organizaciones del poder popular, creándose en consecuencia una hegemonía revolucionaria en todos los espacios públicos que termine por definir la transición hacia el socialismo. Hay, por tanto, una obvia contradicción entre lo que se aspira hacer mediante el socialismo revolucionario bolivariano y lo que ocurre, por ejemplo, en diversas áreas de la economía venezolana, a pesar del salto cualitativo producido al potenciarse las condiciones materiales de vida de la población (incluyendo a quienes han sostenido una posición claramente contraria, primero, a Hugo Chávez y, ahora, a Nicolás Maduro). Esto se produce, indudablemente, al dejarse de lado todo lo referente a la elevación necesaria del nivel de conciencia (en lo político y en lo teórico) de las bases populares, siendo considerado muchas veces como algo optativo, intrascendente y circunstancial, sin plantearse su sistematización y su permanencia.
Otro tanto acontece con la organización revolucionaria de los sectores y/o frentes populares, muchos de los cuales solamente se ocupan de luchar por sus más sentidas reivindicaciones, sin optar por alcanzar algo más allá de las mismas que sirva de base para impulsar la construcción de modelos sociales, políticos, culturales y económicos realmente alternativos bajo el socialismo. En lugar de seguirle dando vida a las obsoletas fórmulas de la representatividad de la democracia burguesa (reproduciendo sus relaciones de poder en que unos pocos gobiernan y una mayoría que es gobernada, sin disponer de mayores facultades para decidir sobre los asuntos públicos que les afectan, estando limitadas a la emisión de un voto cada vez que se le convoca a una elección determinada), lo mismo que las relaciones de producción en las cuales los patronos obtienen grandes ganancias a expensas de los trabajadores, lo que debe promoverse y mantenerse es un combate infatigable para que sean relevadas por aquellas que prefiguren la nueva sociedad socialista. Y todo esto tiene que ver -ineludiblemente- con la nueva subjetividad y/o conciencia que ha de caracterizar en lo adelante a aquellos que anhelan convertirse en revolucionarios, de modo que comiencen a erradicarse los individualismos, las competencias, los sectarismos y los chovinismos que sustentan la ideología burguesa dominante.-
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Magdalena González Niño -