VENEZUELA: UNA PRIORIDAD PARA EL IMPERIO
Considerada por Washington “cabeza de área” en la seguridad del hemisferio occidental sur, Venezuela ocupa una prioridad entre el cúmulo de preocupaciones e intereses de los jerarcas neoconservadores de la Casa Blanca por lo que representa en materia energética y por la influencia ideológica que pudiera tener a nivel continental y planetario de continuar Hugo Chávez en la Presidencia de la República , afianzando aún más el proceso revolucionario bolivariano. De ahí que el gobierno estadounidense no haya cejado en su objetivo -aunque manifieste lo contrario- por evitar a toda costa un régimen incómodo al sur de sus fronteras, especialmente cuando se encuentra dedicado a expandir y a asegurar el dominio hegemónico al cual cree tiene derecho por encima de cualquier consideración moral y legal que no responda a su visión fascista y fundamentalista de lo que debe ser el mundo contemporáneo, obligando a los gobiernos a adoptar -respecto a la política exterior de Estados Unidos- una sumisión cercana a la practicada por las naciones tributarias de los imperios del pasado.
En el caso venezolano, el régimen belicista de George W. Bush ha estimulado, apoyado, diseñado y financiado diversas actividades desestabilizadoras, incluso el clásico golpe de Estado y la posibilidad del magnicidio que se ha ventilado abiertamente en los círculos de opinión de Estados Unidos; lo cual constituye una política injerencista bien definida en los asuntos internos de Venezuela, cosa que nunca han negado de manera convincente. Esta política recuerda lo hecho en diferentes épocas en países de nuestra América, quedando sólo por aplicarse la intervención armada al igual que en Afganistán o Irak. Frente a esta desestabilización que por momentos parece intensificarse, cambiando apenas los actores locales que la promueven, Chávez, su gobierno y, en general, el pueblo bolivariano, mantienen una resistencia que muchas veces se manifiesta a la defensiva, sin avanzar de manera uniforme en la consolidación del proceso revolucionario, cuestión que -una vez superada la coyuntura del momento- alienta los ataques oposicionistas. Esto lo conocen y estudian los think tanks que el imperialismo yanqui ha instalado en suelo venezolano, asesorando a los sectores contrarrevolucionarios, de modo que los escenarios anticipados se concreten en la realidad. Es como si la estrategia de guerra aplicada a la revolución sandinista en Nicaragua durante los años 80 del siglo pasado se estuviera repitiendo en Venezuela, pero bajo otros parámetros, con una Contra representada por algunos de los grandes medios de comunicación nacionales, gracias a los cuales se mantiene latente la oposición al avance del proyecto bolivariano, dado que el acelerado desgaste, falta de credibilidad y ambición de poder de la dirigencia tradicional impide que haya una opción seria que pudiera mermarle apoyo a Chávez y al proceso revolucionario, no obstante las deficiencias presentadas en algunos regiones.
Esta situación bien la resume Juan Francisco Coloane al escribir, a propósito de los disturbios que buscaron originarse a raíz de la no renovación de la concesión a Rctv, que “sea el intervencionismo a través de una desestabilización política interna apoyada por poderes políticos externos, sea por medio de la presión internacional, la situación política venezolana está expuesta al tipo de distorsión que más daño le ha hecho a la construcción de democracias liberales republicanas. El tema de la libertad de expresión ahoga la posibilidad de ver el tema mayor o central en la crisis venezolana, que es el del intervencionismo externo”. Tal cuestión, sin embargo, busca minimizarse conscientemente desde los principales medios informativos, aprovechando la amplia cobertura de que disfrutan en territorio venezolano, atribuyéndole al gobierno chavista toda la culpa, sin reconocerle lo mismo a quienes buscan su derrocamiento por cualquier vía. Esta es parte de la estrategia que maneja Washington a largo plazo, junto con sus aliados internos, seguros de que, una vez hostigado el avance revolucionario, podrían darle el zarpazo final. Un cálculo audaz que, al igual que en ocasiones anteriores, se estrellaría contra la voluntad inquebrantable y esperanzada de los venezolanos por acceder a una sociedad de mayor democracia y de mayor bienestar colectivo.
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