EL TRIÁNGULO DE LA NUEVA GUERRA FRÍA
Durante su discurso en la 70° asamblea de la ONU, Barak Obama expresó: “Se ha construido un sistema internacional que impone un costo a los que eligen el conflicto y no la cooperación”. Con esta amenaza velada, la clase gobernante estadounidense (por boca de Obama) muestra su total disposición en reconfigurar el mundo según sus intereses y en recurrir, una vez más, a las armas si ello no fuera alcanzado de forma expedita y sin contratiempos; cosa que viene haciendo sin consideración alguna hacia el derecho internacional desde la implosión de la URSS, contando con la bendición del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y el concurso de la OTAN.
Así, la situación de conflicto regional planeada, financiada y creada por Estados Unidos en el Medio Oriente mediante la violencia descontrolada a manos del auto-denominado Estado Islámico, ha obligado a Rusia a asumirla con toda la seriedad que la misma merece, dadas las repercusiones que ella tendría para el futuro de sus propias fronteras, ya de por sí amenazadas por el conflicto originado en Ucrania.
De este modo, los jerarcas políticos-económicos-militares de Washington han venido desarrollando frente a Rusia una versión «modernizada» de la Guerra Fría, recordando el enfrentamiento interimperialista que sostuviera Estados Unidos durante casi cincuenta años con la extinta Unión Soviética. A eso habría que agregar el hecho cierto que Estados Unidos también enfrenta a China en otros escenarios, principalmente en el orden económico, al observarse cómo el gigante asiático ha extendido su influencia a gran parte del mundo, con énfasis especial en nuestra América y Asia; cuestión que -de una u otra forma- entorpece y amenaza los planes de dominio mundial diseñados y rediseñados por los estadounidenses desde la década de los 80.
Del otro extremo, el proyectado Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB, por sus siglas en inglés) de China constituye otra amenaza seria que pende sobre el sistema financiero mundial capitalista dominado por Estados Unidos. Cuestión que ha sido reconocido por muchos analistas económicos y políticos. El mismo le da a los naciones asiáticas la posibilidad de no depender en lo adelante de forma exclusiva del Banco Mundial y del FMI. Del lado atlántico, a los antiguos aliados europeos de Estados Unidos se les ofrece también una opción de desprenderse del control omnipotente ejercido por las diversas entidades dominadas por Washington.
Un detalle interesante y que aumenta las preocupaciones estadounidenses es el hecho que las relaciones ruso-chinas se han hecho más estrechas que nunca en los últimos tiempos, más de lo que pudieron serlo en el pasado.
Como resultado de estos planes, acciones y preocupaciones de la Casa Blanca, el planeta se halla envuelto en la actualidad en conflictos que podrían generalizarse, al modo del Medio Oriente, como ya muchos analistas anticipan, precipitando situaciones que envolverían a todas las naciones en un caos sin control. Se estaría, por consiguiente, ante una proto-guerra, cuyos elementos más relevantes serían el asedio económico, mediático y militar activados en contra de aquellos pueblos y gobiernos calificados como enemigos del gigante gringo; en un proceso de disciplinamiento global que mantendría -como es su aspiración- en el redil a los pueblos y gobiernos díscolos.
Para el complejo industrial-militar que gobierna Washington, la estabilidad del orden internacional tendría que descansar, por tanto, en manos de Estados Unidos como una responsabilidad permanente, reivindicando una vez más su excepcionalidad ante las demás naciones de la Tierra, representando en este caso -por supuesto- a las fuerzas del bien (recordando a Ronald Reagan) frente a las fuerzas del mal. La paz y el orden internacionales serían función exclusiva de este imperio benéfico.
Ya no se trata de la simple conquista del lebensraum, el espacio vital que reclamara la Alemania naz antes que estallara la Segunda Guerra Mundial, enfrentando a los imperios decadentes y a los imperios emergentes de Europa, Estados Unidos y Japón. La guerra, en estas circunstancias, adquiere rasgos de guerra multidimensional, en la cual resalta el uso y preponderancia de los medios de información masivos como instrumentos de propaganda y manipulación de la opinión pública. Frente a ella, sin embargo, los pueblos del planeta -en una significativa y nada desdeñable mayoría- mantienen una lucha de resistencia en todos los escenarios posibles, conscientes de lo que les depararía el destino a toda la humanidad si la voluntad y los intereses del consorcio imperialista europeo-estadounidense-sionista terminan por imponerse, ya sea mediante la guerra más atroz o por medio de tratados de libre comercio que apenas se han dado a conocer públicamente.-
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