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“NI CAPITAL NI BURÓCRATAS. MÁS SOCIALISMO Y MÁS REVOLUCIÓN”

Entre 2010 y 2011 hubo marchas de trabajadores y agrupaciones de izquierda en algunas ciudades de Venezuela que, pancartas en mano, exigían del Presidente Hugo Chávez una mayor profundización de los cambios con orientación socialista fomentados por su gobierno. En una de tales pancartas se proclamaba “Ni capital ni burócratas. Más socialismo y más revolución”, lo cual resume la posición política e ideológica de amplios sectores populares que respaldan a Chávez y al proceso revolucionario bolivariano que lidera. Ésta ha sido una exigencia constante, puesta de manifiesto en cada foro organizado, incluso durante el debate de las Cinco Líneas Estratégicas de Acción Política del PSUV, resultando fuertemente cuestionados los dirigentes y gobernantes chavistas actuales en cada uno de estos escenarios; algo que, indudablemente, habla de la necesidad de una mayor reflexión, puesto que se palpa y evidencia una falta de sintonía entre lo que se predica y lo que hace en nombre de la revolución socialista. Esta situación -poco advertida por quienes ejercen cargos de gobierno- imposibilita la organización y actuación de un verdadero poder popular revolucionario en el país, dadas las prácticas clientelares y demagógicas que subordinan a sus voceros a los intereses de quienes usufructúan el poder.
Esto, sin embargo, no ha sido obstáculo para que un alto contingente de la población venezolana esté dispuesto a seguir respaldando a Chávez y los diversos cambios de corte revolucionario que viene propiciando. Por ello, los grupos de oposición han buscado concentrar su poder de fuego sobre las deficiencias y contradicciones evidentes de muchos gobiernos locales, a sabiendas que el pueblo mantiene hacia ellos una actitud de rechazo, muy diferente a la que tiene respecto al Presidente. Pero, más allá de ello, el grueso porcentaje de revolucionarios y chavistas progresistas cree indispensables mayores medidas de parte del gobierno nacional, regional y municipal que tiendan a fortalecer el poder popular y, junto al mismo, un cambio estructural del Estado vigente que consolide el socialismo revolucionario. De ahí que el requerimiento en contra del capital y de los burócratas tiene una justificación válida al notar que estos han frenado -en uno u otro sentido- el avance y la organización revolucionaria del pueblo, suscitándose realidades abiertamente incompatibles con el socialismo. En esto último influye enormemente el hecho que gran parte de la dirigencia del chavismo tiene una formación socialdemócrata, con resabios anticomunistas apenas disimulados. Frente a tal circunstancia, no le resta sino a los revolucionarios y chavistas progresistas trabajar a diario por elevar el nivel de conciencia revolucionaria de los sectores populares organizados, apelando a los instrumentos legales y extralegales que contribuyan a darles un perfil de verdadero poder popular, siendo capaz de influir en las decisiones del gobierno. Con tal orientación, los revolucionarios y chavistas progresistas podrían acelerar la profundización del proceso de cambios revolucionarios, superando la actual transición pequeño-burguesa. Para lograrlo, es importante que tengan en claro que “el reto no es sólo ganar las elecciones. Es ganarlas organizando, educando, movilizando y actuando para que el pueblo sea poder. Podemos ganarlas en las urnas y perderlas en la conciencia y en el inconsciente popular, si las ideas que quedan reforzadas son ideas capitalistas, que fortalezcan las soluciones individuales y, en general, las soluciones que vienen desde poderes externos, como el Estado, alguna iglesia o algún monopolio empresarial con `responsabilidad social’,” como lo refiriera Julio Escalona en uno de sus artículos. En este caso, la participación de revolucionarios y chavistas progresistas en las elecciones presidenciales (y cualquier otra) no tendría otro objetivo que asegurar las condiciones objetivas y subjetivas que han permitido hablar de revolución y de socialismo en Venezuela, antes que considerarla como la estrategia única o principal para alcanzarlo, subestimando así la democracia participativa y los poderes creadores del pueblo.-
LA CAUSA PRINCIPAL DE TODAS LAS INJUSTICIAS Y DESIGUALDADES

El escenario de pauperismo extremo que se cierne apocalíptico sobre muchas naciones otrora caracterizadas por sus altos niveles de prosperidad material, así como el desempleo masivo al cual están condenados millones de hombres y mujeres que sólo disponen de su fuerza de trabajo para sobrevivir dignamente, las protestas callejeras de igual cantidad de personas en contra de las medidas económicas adoptadas por sus gobiernos siguiendo las recomendaciones de quienes produjeron las crisis que sufre el sistema capitalista en su empeño por mantener y reforzar la injusta forma de distribución de la riqueza generada entre todos; sin olvidar la degradación y explotación irracional del medio ambiente que ha provocado un cambio climático que amenaza la existencia de toda forma de vida, sitúan al capitalismo como la causa principal de todas las injusticias y desigualdades padecidas en todo nuestro planeta. Todo ello representa el sometimiento de más de la mitad de la humanidad a condiciones de vulnerabilidad que ponen en entredicho la soberanía, los derechos humanos, la seguridad y bienestar que le corresponde. Para la ética del mercado son daños colaterales que no pueden impedir su finalidad suprema: la obtención pronta y segura de mayores ganancias. Así, “las bases individualistas, utilitaristas y pragmáticas que fundamentan filosóficamente el capitalismo”, al decir de Pedro Henríquez Ureña, justifican que tal panorama sea visto por muchos ciudadanos del mundo como un mal necesario ante la carencia de fórmulas inmediatas que lo superen exitosamente, cosa que afecta, incluso, a quienes propugnan su liquidación mediante la implantación del socialismo revolucionario, vistos los cambios habidos en aquellos países que, como China, Vietnam y Cuba, lo asumen como su sistema político.
No obstante, hay una realidad creciente en oposición a las injusticias y desigualdades derivadas del capitalismo, extendida ahora a Europa y Estados Unidos donde sus poblaciones resienten lo que se está haciendo para salvarlo de la crisis en que se halla. Esto impone en algunos la convicción que el sistema capitalista se halla en su fase final, sin embargo, las guerras neocoloniales asumidas conjuntamente por las camarillas gobernantes de Europa y Estados Unidos buscan suministrarle nuevos aires de vida, lo cual supone que nada impedirá que la entidad burocrático-financiera transnacional que representan avasalle a cualquier nación del mundo en su interés mercantil por controlar los recursos naturales estratégicos que ésta posea. De esta manera, las potencias capitalistas, con Estados Unidos a la cabeza, buscan asegurar su preponderancia por encima del resto del planeta, así ello implique el desconocimiento y la violación sistemática del derecho internacional.
Como lo indica Wim Dierckxsens, en su obra La transición hacia el postcapitalismo: el socialismo del siglo XXI, “la relación mercantil, al totalizarse, produce distorsiones graves en la vida humana y en la naturaleza. La relación mercantil totalizadora se fundamenta en la ética `sálvese quien pueda’, que finalmente no salvará a nadie. Esta ética constituye una amenaza para toda la vida humana y natural. En la guerra económica por el reparto del mercado mundial no cabe ni siquiera todo el gran capital. Con ello la guerra por el reparto del mercado mundial sobrepasa el ámbito económico y tiende a alcanzar dimensiones militares. Esta ética de salvarse a toda costa de todo y todos no salvará a nadie, aunque generará un sufrimiento cada vez más amplio e insoportable para amplias mayorías. En medio de este dolor se genera la resistencia mundial contra la globalización. Esta resistencia no solo deslegitima al propio sistema sino además genera una ética alternativa: la ética solidaria”. Esto último es lo que forja algunas esperanzas. Mientras, identificado el causante principal de todas las injusticias, explotaciones y desigualdades por la humanidad en su conjunto, es necesario trabajar concienzudamente respecto a su alternativa revolucionaria, el socialismo, de modo que no se apele simplemente a ilusiones filantrópicas, cuyo efecto es sólo apariencia, sin soluciones definitivas, sino que se tienda a su realización plena y a su consolidación.-
EL DOMINIO IMPERIALISTA DE LAS TRANSNACIONALES
