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4F-92, ¿REBELIÓN MILITAR O SACUDIDA POLÍTICA?

Más que el típico golpe de Estado -de los muchos que han marcado y trastocado la historia de la mayoría de las naciones de nuestra América, dominadas tradicionalmente por “elites” inmorales, parásitas y antisociales- la insurrección del 4 de febrero de 1992 en Venezuela merece catalogarse como un alzamiento patriótico que vino a develar el grave estado de desnacionalización neoliberal y de descomposición moral acelerada que se cernía sobre el pueblo venezolano. Este innegable hecho histórico parece perderse entre el anecdotario y la exaltación del entonces líder del Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200), el Teniente Coronel Hugo Chávez Frías, ahora convertido por obra y gracia de la voluntad popular en Presidente de la República Bolivariana de Venezuela; quedando siempre abierta la posibilidad de un análisis más exhaustivo y objetivo de las múltiples circunstancias que lo hicieron realidad, enriqueciendo así el pensamiento crítico revolucionario.
Ya antes, la espontánea protesta popular del 27 de febrero de 1989 había evidenciado de manera contundente cuál era la realidad que rodeaba a la partidocracia vigente en Venezuela desde 1958 cuando el estamento político-gubernamental se vio completamente deslegitimado por los sectores populares. A partir de tal fecha, sin un programa político revolucionario a la mano, el país estaba a la búsqueda de alternativas frente a la corrupción impune de quienes lo dirigían, situados en una realidad totalmente distinta a la vivida a diario por la mayoría de venezolanos excluidos.
Como lo refleja Kléber Ramírez Rojas en 1994, en el preámbulo de su libro Historia documental del 4 de febrero, “se produjo un deslinde en la sociedad venezolana entre los eternos usufructuarios del poder y la nación entera, la cual, al captar días después la esencia democrática que motivó esa gesta, le brindó su total solidaridad y apoyo. Esta acción elevó considerablemente el nivel político de la sociedad venezolana hasta alturas no vistas después del 4F. Hoy en día, independientemente del letargo en que se encuentre el pueblo, sabemos que allí hay ideas y sentimientos políticos más claros que antes del 4F-92”. Esto da cuenta de la dimensión política que comenzó a adoptar la rebelión militar, no obstante haber sido aplastada por las fuerzas leales al gobierno de Carlos Andrés Pérez, algo que aún siguen sin explicarse convincentemente algunos analistas e historiadores, lo cual confirma el abismo existente entre el pueblo empobrecido, a pesar de la riqueza petrolera, y quienes se erigieron como sus conductores iluminados.
Por ello es válido calificar de sacudida política lo realizado por los militares y civiles del MBR-200, dándole una estocada mortal al régimen instaurado bajo los lineamientos del Pacto de Punto Fijo, algo de lo que nunca pudo recuperarse y que, por supuesto, siguen sin aceptar sus principales beneficiarios, pero que -entre los sectores populares- tiene una connotación de renovación y de esperanza, otorgándose a sí mismos la oportunidad de protagonizar los cambios que harán más participativa la actividad política y más digna su propia vida. Esto, sin embargo, sigue siendo apenas uno de los muchos ángulos desde los cuales se pudiera caracterizar la rebelión cívico-militar del 4F, cuyo nuevo aniversario debiera estimular en todos los venezolanos una más amplia comprensión, dadas sus repercusiones en el presente y en el futuro del país.-
¿CÓMO ORIENTAR EL EJERCICIO DEL PODER REVOLUCIONARIO?

Para muchos en el planeta, la revolución socialista representa un cambio radical de las relaciones de poder vigentes. No obstante, pocos son quienes asumen con convicción que tal revolución, al transformar las relaciones de poder, tendría que hacer lo propio respecto a la transformación radical de la sociedad en general. Generalmente, esto último se percibe como algo utópico, muy difícil de lograrse, dando por descontado que el pueblo no se hallará jamás preparado para ello, por lo que será preciso acometer algunas reformas bien intencionadas para satisfacer parcialmente las demandas y aspiraciones populares, lo cual implica reforzar las viejas estructuras del Estado que debiera abolirse para instaurar en su lugar otro con características completamente diferentes, tanto en lo que concierne a la soberanía como a la participación protagónica del pueblo.
Así, el ejercicio del poder revolucionario tendría que orientarse en todo momento al desmontaje del Estado burgués vigente, facilitando las condiciones objetivas para que el poder popular se convierta en el motor fundamental de los diferentes cambios políticos, sociales, culturales y económicos que deben implantarse, de manera que éste reafirme su condición política y revolucionaria con atributos constituyentes, confrontando la lógica y estructuras que sustentan dicho Estado. Esto exige que no exista ausencia de autonomía y de rebeldía por parte de los diferentes colectivos revolucionarios, articulados entre sí, pero cada uno luchando por consolidar la revolución socialista según su ámbito y perspectivas de lucha. En tal sentido, la revolución socialista debiera constituirse desde diversos centros de dirección colectiva, sin la verticalidad que muchas veces se impone creyendo que, de esta forma, se hace más eficiente la lucha revolucionaria, ignorando el papel esencial que deben cumplir en todo momento las asambleas populares a la hora de las decisiones y de la planificación. Esto no puede verse como simple concesión sino que debe marcar la evolución de todo proceso revolucionario si se aspira a su profundización y continuidad, una vía insoslayable para lograr la erradicación definitiva de los valores y de la ideología capitalistas-representativos imperantes.
Sin embargo, hay que señalar que sin una apropiada formación teórica revolucionaria -en constante verificación frente a la realidad circundante- esta aspiración resultará nula, a pesar de ponerse en vigencia leyes de todo tipo que estén determinadas por un alto contenido reivindicativo que hagan pensar que ello es el socialismo revolucionario. Esta última tarea revolucionaria es algo permanente respecto al ejercicio del poder revolucionario. Además, exige mucha crítica y autocrítica de parte de los revolucionarios, de modo que se imposibilite cualquier especie de dogmatismo que termine por inmovilizar toda iniciativa revolucionaria, alejando la posibilidad de derrocar la realidad creada según los intereses del capitalismo.-
LA OFENSIVA IMPERIALISTA EN SIRIA APUNTA A IRÁN
